El viernes amaneció Palacio Nacional amurallado. Un edificio emblemático, no solo por la arquitectura y su historia, sino porque es el recinto del poder federal y donde además vive el actual presidente de México, Andrés Manuel López Obrador. Un presidente que ha sido particularmente indiferente con la lucha feminista en nuestro país desde que inició el sexenio. Una lucha que tiene múltiples motivos y razones de ser, especialmente cuando cada día matan a 10 mujeres a lo largo y ancho del país y la mayoría de estos feminicidios quedan impunes.
Amurallar Palacio Nacional es a todas luces una afrenta política a la ciudadanía en general, no solo a las mujeres de este país. No es casualidad que previo al #8deMarzo el gobierno federal (que desde el inicio de su sexenio apostó por la seguridad nacional en manos de la Guardia Nacional) decida montar una estructura metálica bordeando los márgenes del edificio para evitar que durante las movilizaciones del lunes se acerquen las manifestantes a pintar, grafitear, «vandalizar», las paredes del recinto.
El momento en que AMLO decidió amurallar el espacio público del zócalo de la ciudad de México (con los silencios de la Jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum) se da después de meses de estar ignorando las peticiones varias de mujeres en diferentes estados del país que solicitan la intervención del Estado para prevenir la violencia de género antes y durante la pandemia. Y, especialmente, durante las últimas semanas en las que se ha solicitado a diferentes instancias que se retire la candidatura de Félix Salgado Macedonio a la gubernatura de Guerrero. El candidato Salgado es propuesto por MORENA, el partido en el poder, tiene varias acusaciones de abuso y violencia de género en su contra.
Después de las varias críticas en medios y redes sociales que se ha merecido el amurallamiento del Palacio, el vocero del presidente, Jesús Ramírez Cuevas, junto con la secretaria de gobierno, Olga Sánchez Cordero, afirma que es un «muro de paz» para proteger a las manifestantes de la violencia de las otras posibles manifestantes. Cuando es de todas conocido que precisamente en estas y otras movilizaciones son los propios gobiernos quienes infiltran personas ajenas al movimiento para provocar no sólo los actos vandálicos que nos achacan a las mujeres que nos pronunciamos en contra de las actuales políticas sociales en el país.
Las que nos dedicamos a los estudios fronterizos sabemos que NUNCA existe algo tan absurdo como un #MuroDePaz. En todo caso son eufemismos del quehacer político, pero esta vez las vallas también funcionaron para grabar lo que la #4T ha querido ignorar: los feminicidios, la lucha de las mujeres, la lucha feminista. Y es precisamente en este punto donde me quiero detener (en el muro) pues desde mi perspectiva la afrenta del gobierno actual no deja espacio ni a la neutralidad ni a la polarización de posiciones con respecto a si existen o no uno o muchos movimientos feministas. Lo que existe es un agenciamiento político del que todas somos responsables y hemos de hacernos ver y escuchar de cara a este gobierno y a los que sigan.
Cuando vi la imagen lo primero que me vino a la mente fue precisamente otra imagen, la de mis recorridos por Israel-Palestina. En Belén y otros lados de Cisjordania, el gobierno israelí se dedica a construir muros, vallas, de un dia a otro, para cercar, aislar, ocupar territorio y boicotear o reprimir la resistencia palestina, la diferencia con el «muro de paz» de AMLO es que lo israelíes encapsulan a los y las palestinas y no a sí mismos. Eso ya da cuenta no del miedo al movimiento de las mujeres sino a la indiferencia de un gobernante por las ciudadanas y ciudadanos que representa.
Belén, Palestina, 2016. Foto: Roxana Rodríguez. Palacio Nacional, México, 2020. Foto: Daniel Ojeda. Belén, Palestina, 2016. Foto: Roxana Rodríguez.
El sábado por la mañana, después de darle vueltas a estas similitudes, coincidí con mi sobrina en CU mientras paseabamos a nuestros perros, y comentábamos el acontecimiento. Yo le decía que esto seguramente no se iba a quedar así, que las colectivas de mujeres seguramente harían algo para revertir la afrenta de AMLO. Mi sobrina me veía incrédula. Y a su vez le respondía que si no se hacía nada estábamos acabadas durante el resto del sexenio. Pasaron las horas y de pronto en tuiter empezaron a aparecer las imágenes que reivindicaban la resistencia feminista. Nuevamente imágenes que ya había visto en mi viaje por Israel-Palestina.
Campamento de Aida, Belen, 2016. Foto: Roxana Rodríguez. Palacio Nacional, México, 2021. Foto: Santiago Arau.
Observar estas fotografías fue un bálsamo para mi espíritu. La estética de la resistencia, una apuesta ontológica, es lo que nos permitirá seguir en lucha contra gobiernos autoritarios que prefieren encerrarse en sí mismos a dar la cara a sus mujeres. La lucha sigue con muros y sin muros este 8 de marzo de 2021.
Deja una respuesta