Creencia

Podemos desconfiar de nuestros propios
sentimientos pero no de nuestras propias creencias. Si hubiera
un verbo que significara ‘creer falsamente’ no tendría sentido
en la primera persona del presente de indicativo.

Wittgenstein

Creencia quizá sea el título de mi próximo libro. Uno que se antoja diferente a lo que normalmente escribo en términos académicos. De momento, la creencia se queda en una entrada en el blog hasta que termine de madurar la idea o hasta que consiga un nuevo editor que le interese publicarlo.

Creencia refiere a una serie de reflexiones que se fueron gestando en las sesiones del Seminario de Bioética que imparto en la UACM. Reflexiones a las que yo sola, en soliloquio, nunca hubiera llegado, a pesar de que las preguntas me las he hecho toda la vida: ¿en qué creo? ¿Creo en algo? Me anticipo a la conclusión: creo en que creo. Una respuesta que parece transitar entre el nihilismo y el relativismo. Nada más alejado de ello. La pregunta obligada, entonces: ¿y por qué creo en que creo?

Esta última pregunta es la que me interesa responder en función, también, de las reflexiones de los y las estudiantes que sintetizo en tres comentarios generales: “eso nunca lo había pensado, no me lo había preguntado”, “tengo más dudas que respuestas” y “cómo puedo creer cuando existe tanto odio”. Estos comentarios son la base de la teoría del conocimiento: ¿qué conozco? y cómo conozco? La respuesta simple, en muchos filósofos, desde los griegos, sería: aquello que te hace dudar es en lo que debes indagar y, esa indagación, a manera de metodología de investigación filosófica, es lo que te permite hacer teoría, que no es igual a teorizar.

Un ejemplo que teoriza sobre lo que se cree lo propuso Luis Villoro en su libro Creer, saber y conocer (1982). Un libro didáctico, perteneciente a su época analítica, cuando era importante presentar una escritura lógica-argumentativa sobre cuestiones inabarcables y que, por lo menos, se acercaran a un principio de validez verdadero.

Para sintetizar la propuesta de Villoro propongo la siguiente formula: Creer + Saber = Conocer. Donde creer presenta diferentes acepciones en función de la cultura, la religión, la moral, al arte, a la política, a la economía, la semántica y la sintaxis. Mientras que «”Conocer x” supone: “saber responder a varias preguntas sobre x”, “saber describir x”, “saber relacionar los distintos aspectos de x en una unidad”, etc., poder dar, en suma, ciertas respuestas intelectuales adecuadas respecto de x» [las cursivas son mías] (Villoro).

Creer, en términos de Villoro se opone al saber y podría afirmar que está más cercano a la opinión: «”Creer” tiene entonces un sentido restringido: quiere decir tener algo por verdadero pero sin estar seguro de ello, ni contar con pruebas suficientes. Equivale a “suponer”, ”presumir”, “conjeturar”, pero no a “estar cierto”. En este sentido restringido puede hablarse de una creencia “vacilante” o “insegura”, adjetivos que no podrían aplicarse a un saber» [las cursivas son mías] (Villoro). Siguiendo la argumentación de Villoro: “Todo saber implica creencia pero no toda creencia implica saber”.

Hasta no hace mucho estaba de acuerdo con Villoro, por lo que no me interesa refutarlo. Lo que me interesa es desarrollar la conclusión: creo en que creo. A diferencia incluso de Descartes quien, si duda, piensa y si piensa, existe. Creo en que creo es, para mí, la creencia. Una creencia que no depende de nadie ni de nada. Es decir, no depende de un dios, de una sustancia, de un principio, de una madre Tierra, de un universo, de un colectivo (lo que no es igual a negar su existencia). En todo caso, la creencia, para mí, es una aporía donde lo real se da en el mismo plano del ser-siendo, independientemente del más allá. Un plano trascendental del conocer. Un plano ontológico del ser que simplemente cree.

La mala noticia es que la creencia, por lo visto, parte de la apropiación del privilegio de reflexionar. Es decir, en un país como México, quienes pueden afirmar que creen en que creen es porque tienen tiempo para proponer y actuar. Nada nuevo en realidad, ya Hannah Arendt lo dijo en algún momento: pensamiento y acción. Y, por otro lado, yo creo en que creo porque no tengo necesidad de desconfiar. Desconfiar marca el ritmo de la deshumanización del mundo mientras que la creencia el de la dignidad humana, pero no todos habitan el privilegio de la creencia.

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