La dimensión espacial de la poesía en Amaranta Caballero

Todas las grandes palabras,

todas las palabras llamadas a la grandeza

por un poeta son llaves de universo,

del doble universo del cosmos

y de las profundidades del alma humana.

Gastón Bachelard.

Amaranta Caballero (Guanajuato, 1973), prosista y feminista, se ríe de sí misma y de los convencionalismos sociales y urbanos, e incluso de las etiquetas que a ella misma la definen, pues si bien se dice feminista, ironiza el discurso de sus compañeras/os y construye uno propio auspiciado por el humor negro. Novel escritora que deja su ciudad de origen en el centro del país para radicar en la periferia: Tijuana. Caballero es un claro ejemplo de los/las escritores/as/as que no son de la frontera, mas escriben en/desde la frontera, pues encontró en este sitio el lugar idóneo para darle rienda suelta a su exuberante creatividad, así como para desahogar su energía hiperactiva en generar proyectos transfronterizos y performativos que explican la interculturalidad de su proceso creativo.

Caballero escribe desde Tijuana e innova una geografía artística rica en propuestas cuyo punto de partida es el espacio/tiempo que divide a un país del otro. Aborda la diferencia mediante la descripción de los lugares, de la ciudades; así como con la inscripción de sus tradiciones y con el desapego de la cultura que no le pertenece, pero en la que está inmersa gracias a la facultad que tiene como sujeto transfronterizo. Para Caballero el espacio/tiempo de su propio cuerpo, de su propia historia, es un elemento central en su escritura, pues esos pequeños espacios desde donde narra potencializan la intimidad de sus pensamientos, gracias a que “la inmensidad en el aspecto íntimo, es una intensidad de ser, la intensidad de un ser que se desarrolla en una vasta perspectiva de inmensidad íntima” (Bachelard, 2006: 231).

Las líneas que guían el destino, tangibles en la mano, en la ciudad, en los edificios, en el mar, en el cuerpo y en la escritura son los trazos centrales en la poesía de Amaranta Caballero. Diseñadora gráfica y “poeta empírica”, Caballero sabe diferenciar las líneas que delimitan su destino y prefiere aquellas que están “Entre las líneas de las manos”, título del poemario incluido en Tres tristes tigras (Desde esta esquina) (2004a), donde dialoga intertextualmente con otras dos poetisas fronterizas —Teresa Avedoy y Mariana Martínez Esténs. El juego con las líneas en el que incurre Caballero en este poemario es infinito, pues no cesa de transmitir las imágenes que observa a través del monóculo que simulan sus dedos doblados, donde es posible aguzar los sentidos a diversas realidades de forma estetoscópica que conforman el trayecto que la separa de las huellas del pasado y de la resaca de saberse etérea, pues al reducir los espacios y potencializar el tiempo conquista la esencia de la frontera mediante su lírica.

En “Entre las líneas de las manos”, Caballero habla del amor, de la mujer, de la ciudad, con una apasionada desenvoltura y con la tipografía de quien sabe unir los puntos para formar una línea, quizá la línea de su destino que la llevó a radicar a una ciudad dionisiaca donde se mezclan los placeres carnales con el humor de la muerte. En este sentido, no es casualidad que Caballero repudie los límites de la frontera y, como tal, los evada geográfica y políticamente. Sólo los vive y los siente en las líneas de su mano. No obstante, cuando la referencia a esa línea que la divide es inminente, Caballero la cobija con el paso del tiempo que sólo se detiene en el lirismo de su poesía.

La obra publicada de Caballero es limitada en comparación con el trabajo que se puede apreciar en su blog (www.amarantacaballero.blogspot.com), o en las diferentes antologías y revistas donde ha publicado, por lo que incluso ha constituido una editorial (La Línea. Ediciones de la Esquina), en compañía de otros artistas y escritores fronterizos, con la intención de autopublicarse debido al poco interés que tienen las grandes editoriales en apostar por los más jóvenes y desafamados escritores/as fronterizos/as. Bravísimas, Brevísimas. Aforismos (La eternidad en un paso. Un paso en falso) (2004b), es uno de lo títulos que conforman la colección de esta editorial, donde es posible advertir una escritura inteligente, creativa, irónica y siempre transgresora.

En Bravísimas, Brevísimas… los aforismos envuelven su pensamiento con juegos lingüísticos, con experiencias desaforadas y desafortunadas de las que se mofa sin recato. Genera un diccionario propio de sus costumbres, de sus lecturas, de sus viajes, de su vida fronteriza y empieza el libro describiéndose a sí misma como una “Visionaria” agotada de la rebeldía poética por lo que: “Y como Antonin, yo también empiezo a Artuarme de todo” (7b); esta rebeldía es resultado de la genealogía de la tradición creativa de un grupo particular de escritores que influyen en su escritura y que, como los escritores fronterizos, sucumben su propias fronteras. Aforismos, definiciones, aclaraciones, adivinanzas o chistes elaborados con una perfecta ironía, como en “HI-MEN!”: “Saludos a todos…desde lo más Profundo” (11b), demuestran la capacidad de abstracción de la escritora para establecer correspondencias conceptuales con un lenguaje preciso, como también se puede observar en el siguiente aforismo titulado “Relaciones”, donde “La misoginia y el miedo se abrazan con la m de Mujer” (12b). Aquí no sólo se conforma con escribir con isotopías tonales, también aprovecha el momento para recriminar el machismo imperante en la sociedad mexicana o la abnegación cultural femenina con un tono lúdico.

Estos dos libros representan un espacio de escritura posmoderno donde se conjugan una serie de elementos que dan vida a un estilo particular de abordar las fronteras que circunscriben la realidad de los sujetos transfronterizos, principalmente de las mujeres que han decidido transgredir su propia posición social dentro de la comunidad fronteriza y que constantemente irrumpen los cánones.[1] Caballero también ha publicado en diferentes revistas nacionales como Tierra Adentro, Blanco Móvil, Plan B, Alforja, Balbuce, El Perro, Revista Literal; así como en revistas internacionales como Mar con Soroche (Argentina), Los flamencos no comen (Alemania), entre otras, y sus poemas han sido incluidos en diferentes antologías como: Creación Joven Poesía (1999), La Tentación de Orfeo (2000), Los mejores poemas (2005), Aforística Mexicana (2006), Nosotros que nos queremos tanto (2008), entre otras. En octubre de 2007 participó en el Festival Rodante de Poesía Latinoamericana, Latinale 2007, realizado en Berlín, Alemania. Y el año pasado recibió la beca nacional para jóvenes creadores Fonca (en su edición 2007-2008).

Amaranta Caballero es una escritora de la frontera, pues en ella encontró el espacio vital de una realidad que enfatiza los sueños, la grandeza, la inmensidad; es una escritora sin velos, su mundo liminal no restringe su creatividad, al contrario, la inyecta de luz, de vida. Caballero no habla de los demás —salvo de los amantes olvidados en su memoria— porque tiene demasiado material para desmenuzar y transcribir consigo misma, quizá raya en lo individualista, pero qué escritor posmoderno no lo hace. La diferencia entre unos y otros radica en cómo viven la escritura: como una forma de vida o como una vida sin forma, pues algunos se vanaglorian de su escritura exitosa, otros no existen sin las palabras que los definen y con las que se ríen de sí mismos para liberarse del éxito que los hace esclavos de la rutina, como sucede con Caballero quien afirma: “La risa” sirve como “barro negro para cubrirse / envolverse y escudarse / de ese asesino / llamado tedio” (58a).

Caballero es un claro ejemplo de estas mujeres que no se conforman con esperar, ella promueve el cambio mediante el uso de las tecnologías (es una escritora que pertenece a la “generación del blog”; generación que se ha apropiado de un mayor número de ciberlectores que interactúan en tiempo real con los autores), para adentrarse en los lugares privativos de quien escribe, con la intención de mostrarlos con la óptica de una escritura gráfica y policroma. Una escritura que sólo abordaré en dos niveles: el espacio de la mujer que ama, sufre, goza, se ríe de sí misma y de la sociedad con un peculiar humor negro; y el espacio urbano de Tijuana que se deshace en la mirada estereoscópica de la poeta que incansablemente transgrede los convencionalismos literarios con una lúdica inteligencia.

Visión aforística de la mujer

Amar es la otra frontera que irrumpe la poesía de Caballero, es quizá la más cálida y la más confusa, a la que más le ha escrito para despertar del letargo que la resguardaba del desconcierto de saberse viva; por eso no olvida el deseo de sentirse enamorada, sin dejar de ser “Realista”, pues “cuando se acaben de casar todos y cada uno de mis amores Platónicos… ¿seguirán los Aristotélicos?” (48b). El cambio adusto de una corriente filosófica a otra en este aforismo es sólo un juego que sirve para reírse de sí misma, de sus amores pasados y de los venideros porque no logra conciliar el equilibrio entre desear el amor verdadero y cuestionar su existencia. De tal suerte, prefiere buscar el reencuentro, “Sin cuentos ni hadas”, con el amor, la seguridad y la confianza que perdió en algún cajón de su vida, consciente de que la única persona capaz de proveerla de luz interior es ella misma: “Yo / Soy / Mi príncipe azul” (51b). Quizá por eso en algunos casos deslegitima la capacidad intelectual de los hombres, con la clara intención de menospreciar el discurso occidental que encuentra su origen en el falocentrismo y que obliga a la sociedad a dejarse llevar por la imagen física, por la apariencia, como la hace “La mujer perfecta”, aquella mujer que  “A los hombres les fascina”,  porque “su vagina es tan estrecha, como su mente” (72a). Como también lo hace con las mujeres que viven a expensas de la mirada ajena: “No sé cual es el gusto de las aves / por comer a veces / de la mano de los hombres. / Tampoco sé porqué las mujeres / teniendo alas / bajamos también / a veces / a probar migajas” (67a). Pero nunca traspasa la línea del insulto pues sabe que la suma respetuosa entre hombre y mujer generará un cambio en el devenir  social:

Cuando el hombre y la mujer

se asuman

se sumen

palindrómicamente

como SERES,

la guerra

habrá terminado. (71a)

Feminista, más que por convicción, podría decirse que por educación. Caballero conoce la capacidad autonómica de las mujeres que han sufrido decepciones amorosas y han salido adelante con el orgullo de saberse libres; entiende que una mujer no necesita del hombre para reconocerse en sociedad ni para que la sociedad la reconozca como sujeto social. Simplemente concibe que las correspondencias entre hombres y mujeres muchas veces provoquen “Desencuentros”:

Si un hombre que persigue una mujer se encuentra con una vagina, la toma.

Si un hombre que persigue una vagina se encuentra con una mujer, la deja.

Si una mujer que persigue un nombre se encuentra con uno, se lo pone enseguida del suyo.

Si una mujer que persigue un hombre se encuentra con uno, lo ve, lo explora, cuestiona, aún así la mayoría de las veces, lo deja. (26b)

En este aforismo el uso del condicional, de la anáfora y de la aliteración, entre otros elementos figurativos, dan continuidad al juego de silogismos en los que incurre la escritora para llegar a un punto clave de la crítica contemporánea enarbolada principalmente por los estudios de género que consiste en deconstruir el discurso falocéntrico y heterosexual; así como para afirmar que ningún género es mejor que otro, aunque así nos lo han hecho creer. En este aforismo, y en la escritura de Caballero, la influencia de las teóricas estadounidenses es notable porque muchas de ellas parten del concepto eurocentrista que se tiene del cuerpo para deslegitimizar el discurso falocéntrico, como se puede observar en la obra d Judith Butler quien en su libro Cuerpos que importan. Sobre los límites materiales y discursivos del “sexo”, comenta lo siguiente: “El cuerpo está marcado por el sexo, pero esa marca que se le imprime al cuerpo es anterior a la marca, porque es la primera marca la que prepara el cuerpo para la segunda y, en segundo lugar, el cuerpo sólo es significable, sólo se presenta como aquello que puede ser significado en el lenguaje, por el hecho de estar marcado en este segundo sentido” (Butler, 2002, 149).

Vincular el papel del cuerpo con su entorno o con un hecho particular es determinante en la correspondencia cuerpo/sexo, gracias a que es posible realizar un análisis crítico de las prácticas sexuales que se identifican con determinada cultura, así como de sus limitaciones genéricas. En este sentido, la legitimidad simbólica está dada por el conocimiento y la adecuada aplicación del lenguaje puesto que el hecho de nombrar algo lo define y lo marca; sin embargo, es importante señalar que los elementos simbólicos no necesariamente aluden a un sistema de semejanzas, sino que, como menciona Joan Ferraté, se refieren a “representaciones intuitivas complejas y válidas en cuanto tales de algo que no les corresponde en sus partes ni en los detalles de su estructura, sino sólo en rasgos muy generales y en la emoción conjunta. Los símbolos no substituyen, sino que evocan” (Ballart, 2005: 368), como se puede observar en el siguiente poema titulado “De las ciudades”, donde la analogía ciudad-mujer alude a esa “mujer noble” de los que hablan constantemente los sujetos transfronterizos cuando les preguntan sobre las bondades de la frontera:

Lo irreal,

lo doméstico,

lo imaginario,

los foros

y escenografías.

Habitar el espacio

construirlo y deshacerlo,

la historia,

la memoria colectiva,

la calle.

La ciudad puede peinarse,

o despertar eternamente distraída,

puede ser transitada,

puede sacudirse,

puede explotar

y elevarse en palomas

desde el centro de cualquier plaza.

Puede cruzar,

trazarse

y aún así demostrar

que no tiene ojos sino avenidas

que tiene una lengua

y el constante hormigueo

de los seres que se dicen humanos.

La ciudad a veces sin forma,

perfectamente vacía.

La ciudad con el sol en la cara

y la noche entre las piernas.

Húmeda,

enorme,

colosal,

con el hambre a cuestas,

en la espera irreductible

de ser reconstruida

y siempre habitada. (75a)

La significación simbólica de este poema se refiere a las ciudades que son tomadas por las personas que llegan y hacen de ellas lo que les place: de día estas ciudades son las “mujeres abnegadas” que cuidan de sus familias “con el sol en la cara”, pero de noche son las prostitutas que acogen los placeres “entre las piernas”. El modo descriptivo sensorial es el elemento central de este poema, porque si bien es cierto que la alusión genérica de la ciudad como mujer es evidente, esta no sería plausible sin la isotopía tonal y la analogía, como se puede apreciar, principalmente en la tercera estrofa (“La ciudad puede peinarse / o despertar distraída”), entre otros elementos retóricos que dan la impresión de que se refiere a muchas ciudades, cuando en realidad es sólo una: Tijuana. Ciudad fronteriza que se puede abordar desde diferentes ópticas porque su amorfismo es una propiedad de su existencia, ya que como se ha visto en capítulos anteriores casi todas las ciudades fronterizas han crecido al vapor por la constante migración de las personas que no sólo están de paso, sino también por las que llegan para quedarse, pues encuentran tierra fértil para desarrollarse. En este sentido, como dice Ferré, los símbolos que aluden a esa mujer “húmeda, / enorme, / colosal”, sólo evocan las características de una ciudad que está en constante transformación debido a la movilidad social, pero que su imagen no pude disociarse de la mujer mexicana que está educada para ser habitada pues ella quien guarda en su memoria la historia “de los seres que se dicen humanos”.

En la poesía de Caballero no es casualidad que la ciudad sea una mujer pues al ser su ciudad adoptiva, es la ciudad que la cobija (en todos los sentidos, incluso creativo); a ella llegó como un ave migratoria, siguiendo el horizonte, y sin arremeter contra el designio, porque la experiencia voladora sugiere que su destino estaba escrito, como lo afirma en el siguiente aforismo: “A veces a las ciudades se debe llegar como de la nada. Como de ninguna parte. Como de ningún sitio”. Principalmente a las ciudades fronterizas, donde todos están de paso y nadie existe para sí mismo, pues la frontera es “un mundo en tajos” que cicatrizará “cuando deje de sangrar” (33b).

La otra Tijuana

Tijuana es el no-lugar que se desvanece entre las miserias de los ricos y los sueños de los pobres; es la región imaginaria donde “personajes de Bukowski y personajes Garciamarquianos pueden llevarse bien” (34b). Es el ardid posmoderno de las ciudades fronterizas que encuentran en la riqueza material el sendero luminoso de la efímera existencia, como se puede apreciar en el siguiente poema:

Camino y mis pasos se hacen lodo,

aquí llueve.

El frío entume mis manos.

la escena del mar todo lo inunda.

Mi sombra ha tomado consistencia.

el polvo le ha regalado un cuerpo.

A veces, cuando cierro los ojos

una ciudad me persigue y me lanza

recuerdos a la cara:

Los caminos de piedra.

La gente. Mi casa.

Pero hoy no estoy ahí.

Camino con la mirada hambrienta.

devoro los mendigos a mi paso,

los anuncios chillones que tienen

palabra sobre palabra,

las caras de la gente como yo,

jubilosamente ajena.

Si la línea que nos divide

entre ayer, hoy y mañana

fuese de metal con graffiti

el tiempo se llamaría Frontera.

En este poema el cuerpo es un elemento indispensable en la recreación de paisajes y sensaciones, pues reproduce de manera teatral la percepción de vivir la ciudad con los cinco sentidos. Esta característica es particularmente explotada en la poesía de Caballero, quien capta con maestría todos los detalles de la urbe: los tonos traslúcidos del sol, el sudor de la gente, el olor del desierto o el sabor del abandono. La escritora, a través del cuerpo, se sitúa en el espacio y se apropia de una estética personal, puesto que las relaciones espaciales, así como la localización geográfica de los individuos, determinan la cultura de una comunidad y los procesos de su recepción estética, como se puede observar en la tercera estrofa donde evoca el lugar perdido que ya no le pertenece más que a la memoria, un lugar que dista considerablemente de la ciudad que la “persigue” (verso 8), con la intención de enfatizar la presencia de los sentidos del yo poético al momento de transitar por el sendero de los recuerdos para evitar caer en la trampa de la nostalgia. El primero lugar es fijo y estático; está sostenido por caminos de piedra y se recorre con la mirada de los otros, con los ojos de la familia que se quedó para perpetuarlo; mientras que el otro es volátil, se difumina como una huella en la playa, o como el lodo que arrastra una gran tormenta, como también lo es la frontera: ese no-lugar donde se inscriben las historias de los sujetos transfronterizos, una encima de otra como “los anuncios chillones que tienen /palabra sobre palabra”.

El modelo descriptivo sensorial permite que las isotopías descriptivas le den continuidad al espacio diegético referido, aunado al uso de la analogía en la última estrofa y a las que se encuentran a lo largo del poema que aluden a la Tijuana de Caballero. Un lugar que no existe más que en “la mirada hambrienta” de quien describe lo que a su paso va descubriendo no sólo en la calle, también en la mirada del otro que siempre es ajeno a quien observa, sobre todo en los lugares de paso que existen en la frontera, donde el tiempo no se detiene más que en la memoria de quien evoca. En este caso, las líneas del tiempo son parábolas de las tantas fronteras que existen en la poesía de Caballero; su representación simbólica sólo recuerda la “emoción conjunta” de quien cohabita entre uno y otro país de forma condicionada, indicada con el pospretérito del verbo llamar en el último verso del poema (“el tiempo se llamaría Frontera”) que alude a esa otra frontera absurda que divide a dos países con un muro de metal, por lo que el uso de la mayúscula no es casualidad sino la entonación irónica de su propia existencia.

En el siguiente poema, Caballero describe esa existencia posmoderna pero con alusiones alegóricas al infierno que también se vive en Tijuana, un infierno urbano representado con la aridez de las calles, de las labores cotidianas, de la explotación, de las condiciones de vida infrahumanas que padecen los más pobres. Ya no es la Tijuana lúdica en la que la mirada del yo poético se regocija en la riqueza natural que la rodea. En este poema sin título y compuesto por tres estrofas, Caballero se adentra en la Tijuana infernal donde se padece el anonimato, la desesperanza y la desilusión de quienes se quedaron en el viaje y no pudieron cruzar al otro lado, de los migrantes que mueren en el desierto cuando intentaban cruzar la frontera de forma ilegal. Es un tributo a esa muerte inevitable en la que incurren los mexicanos que no son capaces de alcanzar el “sueño americano”:

Caminar sobre el asfalto,

a ciegas,

tantaleando con miedo una ciudad,

descubriendo que los muros

están hechos de gritos indescriptibles,

donde la mercadotecnia reina, oronda,

y se vende, como puta fina.

Tratando de encontrar el sueño

de los insomnes

sobre el taxi de ruta,

sobre las nobles ruedas

de un taxi de ruta,

que me proyecta escenas

de anuncios, luces, cables

y el vértigo a mis espaldas.

Después de volar por los desiertos,

nuestros desiertos,

llegar a mi frontera me parece

un festín de muerte.

Inevitable.(77a)

Nuevamente la plurisotopía descriptiva le da continuidad al espacio diegético referido a todo el poema en su conjunto y, principalmente, a la primera estrofa donde, paralelamente, está representada la alegoría infernal de la ciudad que se esconde tras el traje de la mercadotecnia que viste sus calles grises “y se vende, como puta fina”. El concepto de mercadotecnia tiene dos acepciones en este caso: por un lado es la analogía de la explotación que se vive en Tijuana; y, por el otro, enfatiza que es la frontera más  peligrosa para cruzar de manera ilegal, como se puede observar con el uso de la metáfora en los versos 4 y 5 (“descubriendo que los muros / están hecho de gritos indescriptibles”), donde los gritos de los muertos o, incluso, el cuerpo inerte de los migrantes ilegales son los que sostienen el “Muro de la Vergüenza” que divide Tijuana de San Diego; no son los gritos que se escuchan en el “Valle del gemido” al que alude el infierno evangélico donde se realizan sacrificios humanos en honor a un dios. En este caso, es un infierno físico y terrenal donde yacen los que murieron al cruzar la frontera, ya sea por condiciones climáticas, inanición o asesinados por la policía migratoria o algún grupo antiinmigrante.

En la segunda estrofa, el uso de la anáfora en los versos 10-11 (“sobre el taxi de ruta” / “de un taxi de ruta”) y la aliteración en los versos 11-13 (“sobre las nobles ruedas” / “que me proyectan escenas”), dan pie al juego de las imágenes urbanas que, eslabonadas, representan a las ciudades fronterizas (llámese Tijuana o Ciudad Juárez). Estas imágenes consisten en describir diferentes elementos como los trasnochados que deambulan por el centro de Tijuana, en los bares y prostíbulos; los taxis que no sólo llevan a la gente, también llevan sueños; o los diferentes anuncios neón que visten las calles, de los que también habla Rosario Sanmiguel en su momento para referirse a una peculiaridad de la frontera transgresora y suburbana.

En la última estrofa es plausible observar nuevamente la alusión al infierno urbano, salvo que en este caso el hecho de usar el verbo “volar” en el verso 16 (“Después de volar por los desiertos”), implica que, como parte de la tradición dantesca, el yo poético transita entre los diferentes estados: el infierno, el purgatorio y el cielo. Aunque habrá que diferenciar entre el infierno de los otros, representado por “nuestros desiertos” y el infierno del yo poético, representado por “mi frontera”: en el primero mueren centenares de migrantes al año; mientras que la frontera autoimpuesta muchas veces inhibe nuestra propia existencia y, por lo tanto, en ambos casos la muerte es inevitable, salvo que en el primero caso es real y en el segundo figurativa.

Como se puede observar en los poemas, más que en los aforismos, que se refieren a la ciudad, en el primero la ciudad de Tijuana está recreada de manera simbólica, mientras que en los dos siguientes de forma alegórica, pues el primero alude a la ciudad-mujer que experimenta los cambios de una ciudad móvil y fronteriza; mientras que los siguientes hablan de una ciudad que existe en el imaginario de la gente, una ciudad álgida, injusta y, posiblemente, inmoral. No obstante, he de mencionar que algunos juegos retóricos de la poética de Caballero tropiezan con lo formal, más que con lo conceptual, pues el simple hecho de idear una escritura posmoderna implica una desarticulación estructural de las normas, pero no una desarticulación interpretativa ni mucho menos discursiva. Ciertamente es prematuro y aventurado ubicar su poética en algún escalafón del sistema literario nacional —no es la intención de este texto—; sin embargo, es importante destacar el alcance de sus textos en un territorio liminal propiamente mitificado por el orden de los intereses binacionales, y en un territorio que está siendo ocupado por la mujeres que se instalan en la frontera, ya sea porque esperan a que sus maridos regresen “del otro lado” o porque han preferido, como Caballero, hacer suya la ciudad.

Bibliografía:

Bachelard, Gastón, La poética del espacio, 1957, México, FCE, 2006.

Ballart, Pere, Eironeia. La figuración irónica en el discurso literario moderno, Quaderns Crema, Barcelona, 1994.

———, El contorno del poema, Quaderns Crema, Barcelona, 2005.

Butler, Judith, (1993) Cuerpos que importan. Sobre los límites materiales y discursivos del “sexo”, Paidós, Buenos Aires, 2002.

Caballero, Amaranta, “Entre las líneas de la mano”, en Tres tristes tigras (Desde esta esquina), Conaculta/Cecut, Tijuana, 2004.

———, Bravísimas, Bravérrimas. Aforismos (La eternidad en un paso. Un paso no en falso), Editorial Anortecer/ La Línea, Ediciones de la Esquina, Tijuana, 2004.


[1] Amaranta Caballero, Tres tristes tigras (Desde esta esquina), Conaculta, Cecut, México, 2004(a). Bravísimas, Brevísimas. Aforismos (La eternidad en un paso. Un paso en falso), Editorial Amortecer /La Línea. Ediciones de la Esquina, México, 2004(b). Éstas son las ediciones de las que parto para elaborar el análisis. Para fines prácticos de esta investigación sólo pondré entre paréntesis la página en donde se puede consultar la cita.


Citar cómo:

Rodríguez. R. “La dimensión espacial de la poesía en Amaranta Caballero”, en Revista de Literatura Mexicana Contemporánea, UTEP /Eón, México, Vol. 16, No.41, abril-junio 2009, pp. 85-94. ISSN: 1405-2687.

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