El ironista es un personaje esencialmente impuro,
V.Kenneth Burke
que se halla dividido y que debe a la vez
censurar sus entusiasmos y callar sus agravios.
El hecho de cruzar la frontera México-Estados Unidos por cualquiera de lo estados y de las garitas (casetas de revisión) que existen a lo largo de ésta, implica, por parte de los migrantes mexicanos, un conocimiento previo de la situación, así como de la intención de los sujetos que están del otro lado, comúnmente llamados agentes de Migración y de Aduana, pues son éstos quiénes permiten la entrada a las personas que no representan ningún riesgo para su país; por lo que el migrante ha aprendido a representarse a sí mismo ante los ojos del otro. Esta representación tiene diversos matices, puede ser una representación física, discursiva, e incluso interpretativa, donde la intención es la misma: hacer menos doloroso el envite de cruzar la frontera, y disfrutar del “sueño americano” una vez que se tiene la ciudadanía. Muchos son los escritores que han utilizado esta situación para crear textos, algunos dramáticos, otros trágicos, y, los menos, irónicos. Si bien es cierto que la mayoría de los escritores de estas latitudes están comprometidos con los problemas sociales de sus comunidades, también lo es el hecho que pocos logran, mediante la ironía, redefinir la posición del migrante.
La ironía, entendida como disimulación, puede ser una actitud, ya sea burlesca, ridícula, cómica, o uno más de los tropos que sirven para emitir opiniones de alto compromiso social, como se observa en la obra de Luis Humberto Crosthwaite (Tijuana, 1962), quien narra la vida desde la frontera más grande del mundo: Tijuana, donde la interculturalidad se hace presente en el lenguaje, las tradiciones y las nacionalidades. Crosthwaite anula los juicios morales del racismo a los que se someten los inmigrantes, sin provocar compasión o temor, para generar una sátira de su realidad fronteriza. Sus textos, casi siempre irónicos, transitan entre la novela corta y el cuento, fracturando la frontera entre uno y otro género. El trabajo de Crosthwaite es extenso —es el escritor que más libros ha publicado de los que conforman esta investigación—, entre sus obras se encuentran: Marcela y el rey, al fin juntos (cuentos, 1988), Mujeres con traje de baño caminan solas por las playas de su llanto (cuentos, 1990), El gran pretender (novela, 1990), No quiero escribir no quiero (cuento, 1993), Lo que estará en mi corazón (historia oral, 1994), La luna siempre será un amor difícil (novela, 1994), Estrella de la calle sexta (cuentos, 2000), Idos de la mente: La increíble (y a veces) triste historia de Ramón y Cornelio (novela, 2001) e Instrucciones para cruzar la frontera (relatos, 2002).
Abarcar toda la obra de Crosthwaite implica dedicarle prácticamente una tesis completa, por lo que sólo analizaré Instrucciones para cruzar la frontera (2002),[1] donde ejemplifica magistralmente un espacio de escritura irónico que transita libremente entre los juegos idiomáticos, textuales y psicológicos de los personajes transfronterizos que habitan cada uno de los once relatos que componen el libro, gracias a que el autor logra poner distancia entre lo que es y lo que debería ser la frontera Tijuana-San Diego, desde diferentes aristas que van de lo cultural a lo económico, pasando por el uso del spanglish y el narcotráfico, y contrastando la atmósfera fronteriza con la intimidad de los sujetos transfronterizos, mediante la utilización de diferentes recursos sintácticos, semánticos y pragmáticos.
En cada uno de los relatos del libro existe un matiz de la frontera que se debe transgredir y alguien que desea hacerlo. El sujeto transgresor, por lo general, se erige como el eiron griego que simula ser débil, frágil, inseguro y poco inteligente. Sin embargo, cuando se enfrenta con alzón, aquel listillo y presuncioso que aparentemente ostenta el poder, el eiron sale victorioso porque logra disimular sus objetivos y confundir a alzón (en una clara analogía de lo que sucede entre la migra y el migrante, por citar tan sólo un ejemplo de los que se pueden observar en el libro). En este juego de contradicciones, resulta victorioso quien se distancia de la situación, como lo hace Crosthwaite cuando se refiere a cómo viven la frontera, no sólo la geográfica, también la psicológica, aquellos seres que intentan transgredirla, pues la ironía se relaciona más con una función creativa y estética, que social, gracias a que se sitúa entre el escritor y su obra con la intención de explicarla.
Dado a que, desde mi punto de vista, la ironía es la figura retórica que le da contigüidad al espacio diegético referido, que, en este caso, es el espacio urbano de la frontera visto desde dos latitudes colindantes (Tijuana y San Diego), donde la descripción de los espacios está matizada por la ironía, debido a que el punto de referencia se oculta en la figuración, recurso retórico del que se vale el escritor para hacer más evidente el absurdo de exponer la vida al franquear la frontera entre países que mantienen vínculos económicos, sociales y culturales, pero que no han sabido resarcir sus conflictos políticos; por lo que basaré el análisis del espacio diegético en Instrucciones para cruzar la frontera con base en tres niveles de figuración irónica: 1) sintáctico (uso de figuras que alteran la expresión lógica del discurso); 2) semántico (análisis del contenido, principalmente de la emisión de opiniones con un alto compromiso social, pues es uno de los rasgos característicos de la obra de Crosthwaite); 3) pragmático (consumación de la ironía mediante la recepción, interpretación y entonación).
Instrucciones para cruzar la frontera está dividido en dos partes, la primera se titula Recomendaciones y la segunda Zapatistas en la playa. Recomendaciones, como el nombre bien lo indica, se refiere a lo que debe hacer y no hacer el migrante, el turista, el sujeto transfronterizo que desea cruzar la frontera México-Estados Unidos. Este apartado se subdivide en nueve relatos o historias cortas que abordan la frontera como el no-lugar, el espacio con el que no se tiene ningún referente, recuerdo, experiencia y en el que se está de paso. De estos nueve relatos sólo analizaré tres: “La fila” narra la experiencia de una persona que desea cruzar la garita en automóvil, cuyo tiempo de espera puede exceder las dos horas, por lo que le da oportunidad al narrador de describir minuciosamente, a manera de introspección, cómo se entretiene observando a los otros en esa larga fila hasta que llega a la caseta de control. “La silla vacía”, escrito como obra de teatro, es el eufemismo de una sesión de terapia gestalt donde uno de los personajes es la frontera, no como concepto, sino como sujeto. “Mínima historia” es un narco-cuento escrito como storyboard, donde los hechos se narran en cuadros.
El texto completo en: https://elibro.net/es/ereader/utcmx/125228
Citar cómo:
Rodríguez Ortiz. R. “La fragilidad como fuente de grandeza en Luis Humberto Crosthwaite”, en Revista de Literatura Mexicana Contemporánea, UTEP/Tecnológico de Monterrey/Eón, México, Vol. 15, No.38, julio-septiembre 2008, pp. 51-66.