La praxis de la intervención en las narrativas fronterizas como una forma de reconocer a la otra
Roxana Rodríguez
Pensar en narrativas, desobediencia e intervenciones en la actualidad implica romper con la metafísica clásica de la acción correcta aristotélica que siguió hasta el idealismo alemán, donde la filosofía daba validez al conocimiento cierto y racional, mientras que la epistemología era un proyecto de legitimación del discurso universalista. Es con Heidegger y Derrida que la ontología, y en las últimas décadas, la ontología social, ocupa los espacios vacíos que fue dejando la metafísica, e incluso la epistemología, como justificación de los metadiscursos, en la filosófica contemporánea.
Cernir la discusión ontológica y epistemológica de las narrativas a la discusión actual de la frontera México-Estados Unidos, con el objetivo de estudiar la constitución dialógica y narrativa de ciertos fenómenos que permiten a los sujetos fronterizos conformar su propia historia y darle validez y legitimación tanto a discursos particulares como a políticas culturales, es el proyecto que he decidido esbozar como una forma de intervenir la textualidad de las narrativas. Este enfoque es tanto una sociología del conocimiento que interpreta a las comunidades desde sus propias condiciones empíricas, como una ontología-social (que no sigue un orden racional discursivo) que parte del reconocimiento del otro.
Para darle forma a esta propuesta disruptiva de la frontera física, simbólica, textual, retomo la “política del diálogo cultural complejo”, de Seyla Benhabib, que “implica la reconstitución de las fronteras del sistema de gobierno, a través del reconocimiento de las reivindicaciones de grupos que han sido denostados históricamente…” [las cursivas son mías] (Benhabib, 2006a: 129). Este modelo parte de una análisis comparativo de distintas posturas teóricas que aluden a modelos de sociedades vigentes o que se están repensando en función no de un estado de derecho sino desde un enfoque universalista de democracia deliberativa.
Desde mi perspectiva, dicho enfoque es incompatible con los axiomas de la realidad migratoria y fronteriza, pues Benhabib afirma que “[la democracia deliberativa] sólo puede cumplirse si dichas decisiones están abiertas, en principio, a procesos adecuados de deliberación pública por parte de ciudadanos y ciudadanas iguales y libres” [cursivas mías] (Benhabib, 2006a: 180). Sin embargo, da entrada a lo que es necesario irrumpir desde las narrativas: el concepto de ciudadanía en el fenómeno migratorio y fronterizo; así como las categorías de iguales y libres. Categorías que funcionan para desplazar los límites del discurso moral en las ciudades fronterizas, donde la mujer es un sujeto desechable, hasta llevarlos a actos de justicia que reivindique no solo los derechos de las mujeres sino también el reconocimiento de las mismas como ciudadanas libres.
Encuentro tres situaciones con las que coincido parcialmente con el modelo de Benhabib. En primer lugar, con el “enfoque modernista de las culturas” entendidas “como creaciones de sentido controvertidas” (Benhabib, 2006a: 12), que se contrapone con una visión lineal, unitaria y mono-hegemónica. En segundo lugar, con la “constitución dialógica y narrativa del sí mismo”, esta situación es imprescindible cuando se habla del otro/otra concreta; de ahí que las narrativas aludan a un sujeto particular y no a la masa de sujetos. Finalmente, con los discursos como practicas de deliberación que se deben centrar “en la negociación de interpretaciones compartidas situacionalmente” (Benhabib, 2006a: 46). Estas prácticas de deliberación se traducen en prácticas interpretativas que emplean los y las narradoras fronterizas para irrumpir los discursos globalizadores, falocéntricos y logrocéntricos.
Ahora bien, cuando hablo de narrativas es importante mencionar que lo hago tanto desde la postura de Benhabib (contar historias), como desde la postura de Judith Butler (agencia y performance), aunque para Benhabib éstas no sean compatibles. Benhabib afirma que utiliza “los términos relato y narrativa refiriéndome a su significado común en el uso del idioma inglés, como un contar o narrar más o menos coherente” (Benhabib, 2006a: 29), pero muestra una renuencia filosófica a hablar de las narrativas desde las implicaciones que trae consigo en el lenguaje y en el sujeto emplear términos como agencia o performatividad: “I objected that the term performativity appeared to reduce individuals to masks without an actor or to a series of disjointed gender enactments without a center. Butler clarified subsequently that she had meant performativity to invoke not a dramaturgial but a linguistic model” (Benahbid, 1999: 339).
Para hablar de las narrativas fronterizas es indispensable tomar en consideración la sucesión de acciones en un relato, así como el diálogo del sí mismo con y sobre el otro, puesto que la intención de las mismas consiste en pensar en la función estratégica del sujeto en la conformación de ciudades fronterizas. En este sentido, la categorización de las narrativas sirve para desestabilizar los “significados estables” (Sassen) que mantiene la estructura sociopolítica de las ciudades globales. Algunos ejemplos de estos significados estables pudieran ser el hecho de pensar en función de la “desigualdad”, de las “víctimas”, pues es con la repetición de éstos que se logra la nulidad de los mismos, tal como lo afirma Hanna Arendt: “Donde todos son culpables, nadie lo es; las confesiones de culpa colectiva son la mejor salvaguardia contra el descubrimiento de los culpables y la magnitud del delito es la mejor excusa para no hacer nada” (Arendt, 2008: 87).
Una de las prácticas interpretativas que ejemplifican la praxis de la intervención en las narrativas fronterizas es el reconocimiento de la “otra concreta”. Una práctica que a su vez implica una apuesta epistemológica y política que se vincula con recuperar dos puntos de vista del ser-otro que Benhabib recupera tanto de las perspectivas morales como de las estructuras de interacción en dos concepciones: el otro generalizado y el otro concreto. Benhabid de principio afirma que estos puntos de vista no sólo son incompatibles en la teoría moral universalista contemporánea, sino también antagónicos, de ahí la importancia de mencionarlos en función de la realidad fronteriza y, específicamente, de los sujetos que habitan las ciudades fronterizas.
De acuerdo a lo que menciona Benhabib, el punto de vista del otro generalizado “nos exige ver a todos y cada uno de los individuos como seres racionales a los que les corresponden los mismos derechos y deberes que quisiéramos atribuirnos a nosotros mismos”; mientras que el punto de vista del otro concreto “nos hacer ver a cada ser racional como un individuo con una historia, identidad, y constitución afectivo-emocional concreta” (Benhabib, 2006b: 182-183). En este sentido, considero necesario recuperar esta idea del ser-otro en función de las consecuencias que trae consigo cada punto de vista para establecer modelos de sociedades que reivindiquen el papel de la mujer que históricamente ha sido denostado a pesar de ser una de las principales impulsoras de los cambios culturales y económicos en las sociedades contemporáneas. Para ello tomo la historia de Susana Chávez, activista social y poeta, que fue asesinada en Ciudad Juárez en enero de 2011.
Susana es la otra concreta, la mujer con nombre y apellido que forma parte de esa larga lista de mujeres que han sido asesinadas en Ciudad Juárez en los últimos diez años. El caso de Susana es distinto al de las “muertas de Juárez”, no por ello deja de ser un feminicidio, porque irrumpe el modus operandi de los asesinatos que ocurrieron en Lomas de Poleo o en los campos algodoneros; así como porque Susana no era una obrera de la maquila o una de las mujeres “anónimas” que migraron a Juárez en busca de mejores condiciones de vida, era una mujer que luchaba por un Estado de derecho y por los derechos humanos de la gente.
Para ejemplificar este caso no utilizo los poemas de Chávez sino la fotografía de la nota publicada por Rubén Villalpando, titulada “Asesinan en Ciudad Juárez a la activista social Susana Chávez”, en La Jornada, el 12 de enero de 2011, pues en la intertextualidad se irrumpe la narrativa en sí misma y hace evidente la importancia de no contraponer en las sociedades el punto de vista del otro generalizado con el punto de vista del otro concreto, sino de hacerlos coincidir en la teoría política de la justicia.
En este sentido, si queremos escalar la teoría a la práctica tenemos que empezar por proponer modelos de sociedades vigentes para las ciudades, en los que se enfatice la necesidad de impulsar el reconocimiento del otro-otra mediante distintas estrategias mediáticas, pedagógicas y artísticas. Evidentemente, la política del reconocimiento del otro no consiste únicamente en promover un discurso equitativo del género o reglamentos migratorios, implica un esfuerzo mayor que contribuya con modificar (erradicar) conductas misóginas, xenófobas, homófonas y demás fobias presentes en el inconsciente y por lo tanto en el imaginario colectivo de la sociedad en general. No será hasta que se recuperen las narrativas de lo simbólico cuando realmente se pueda pensar en la intervención como praxis.
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