I. El shock
Llegamos a Cuernavaca, esperamos afuera del recinto, de la casa-Taller que en algún momento fue de Siqueiros y que ahora es un museo en medio de un fraccionamiento de Cuernavaca. Un lugar idílico para crear, para disfrutar del clima, para huir de la ciudad. Un lugar que desde afuera impone por los dos murales que cercan su fachada. Esperamos. Un vaso de agua de sabor para calmar la sed. Esperamos. Me dijeron: “es una exposición de fronteras, o algo así”. Finalmente llegaron las invitadas de honor para inaugurar la exposición: “Insite. Cuatro ensayos de lo público, sobre otro escenario”.
[Insite en Cuernavaca, pensé en tono de pregunta, pero si Insite es en y de la frontera, qué hace en Cuernavaca.]
Esperamos nuevamente a que la gente entrara, recorriera y saliera con la ilusión de ver con calma la exposición. No resulto, en las inauguraciones siempre hay demasiada gente, pero aun así algo se puede ver.
La primera impresión no es la mejor. Recorrí en diagonal la sala, no sabía qué veía pero todo se me hacía conocido: la tipografía, la museografía, la selección de las obras. Llegué al último rincón de La Tallera donde se transmitía el video de la acción que Javier Téllez realizó en 2005, la último vez que Insite se hizo presente en la frontera Tijuana-San Diego. Entré, reconocí al hombre bala y sentí alivio. En ese momento entendí que era una retrospectiva del festival artístico que desde 1994 centró la mirada de la frontera Tijuana-San Diego con una perspectiva distinta de las ciudad fronterizas que incluye voces polícromas del quehacer fronterizo.
Me sumo a la retrospectiva y propongo una mirada filosófica de la hospitalidad con base en tres imágenes que me resuenen todo el tiempo cuando se alude a dicho concepto: el hombre bala de Javier Téllez; el Caballo de Troya de Marco R; y la pieza de afuera.
II. El hombre bala que cruza la frontera
Cuando hablamos de Insite (y en general del arte posmoderno, sí, posmoderno, aunque cauce escozor en los letrados críticos de arte) hay que diferenciar entre la obra de arte per se y la acción hecha obra de arte mediante el video. Esto sucede con el video del hombre bala, o mejor dicho, One Flew Over the Void (bala perdida) de Javier Téllez. Esta acción de cruzar la frontera realizada en 2005 que consistió en que un sujeto (que pudo haber sido cualquiera, como son los migrantes que a diario intentan cruzar la frontera) fue lanzado de Tijuana, con destino San Diego, mediante un cañón que lo hizo volar por el aire y cruzar el muro metálico que no sólo separa la playa de forma grotesca, ejemplifica la ausencia de una política de hospitalidad entre países que comparten una frontera. Es precisamente esta ausencia de la que habla Derrida en su texto La hospitalidad.
Acaso existe una ley incondicional de la hospitalidad, se pregunta el filósofo argelino-francés, mientras elabora la deconstrucción del planteamiento kantiano de la ley universal de hospitalidad. Parece un trabalenguas y lo es de facto pues mucho decimos y nos decimos hospitalarios pero en la práctica lo deseamos menos. La hospitalidad es un concepto promiscuo y engañoso, como también lo es la tolerancia.
El hombre bala de Téllez alude a esta ambivalencia del concepto hospitalidad: un sujeto que tiene pasaporte estadounidense (como se muestra en el video) vuela por el aire cruzando fronteras porosas (el idilio de los demócratas liberales); casualmente estas fronteras porosos son parte del espectáculo porque para realizar esta acción se tuvo que pedir permiso y hacer que dos gobiernos coincidieran agendas políticas. No fue propiamente una transgresión. La transgresión casi siempre está en el imaginario colectivo. La hospitalidad se hizo latente como política cultural, no como una ley incondicional.
III. El caballo de dos cabezas en la línea
Marcos Ramírez ERRE, artista del norte de México, produjo en 1997 la pieza Toy-an Horse & Troyan Horse, un símil del Caballo de Troya bicéfalo instalado en la línea (denominada así por quienes pacientemente esperan cruzar al otro lado de la frontera en cualquiera de las garitas de Tijuana; una línea en lo vertical y perpendicular a la frontera).
Esta instalación no está presente en la retrospectiva de la Tallera (supongo que por la dificultad de transportar una pieza de madera de 10 mts., de largo y 9 de ancho). Sin embargo, el cuestionamiento del concepto de hospitalidad está presente en esta obra, pues a diferencia de la anterior, este caballo no cruza la frontera, se queda parado en la línea que divide un país de otro. La frontera en este caso, es la frontera de la securitización donde los migras deciden quién pasa y quién no. Ausencia nuevamente de una política de la hospitalidad.
Cuando Kant en Sobre la paz perpetua hace el planteamiento de lo hospitalario no toma en consideración las diferencias estructurales de las culturas y mucho menos de culturas tan distantes, es por ello que plantea una hipótesis del cosmopolita que difícilmente se puede aplicar a esta frontera.
Esta misma transgresión visual en la que incurre ERRE se hace evidente en Cuernavaca; una transgresión que afecta a los colonos de un barrio adinerado que de repente, frente a lo que ahora es un museo, se observa una pequeña construcción inconclusa:
Mientras estaba sentada bebiendo un agua fresca y esperaba a que la gente saliera del museo para poder darme una vuelta veía en el parque una construcción a medias. Pensé que era raro poner una caseta de vigilancia en la parte posterior de un parque y de frente a un museo. Supuse que se debía a la inseguridad de la ciudad y que los colonos habían decidido construir una caseta para policías (nuevamente el tema de la seguridad como valor).
Al salir de la exposición pensé que era raro que no hubieran escogido ninguna obra de Marcos ERRE, no sólo por lo representativo de su obra, sino porque lo había visto entrar en la exposición. Pensé que mi visita había sido muy rápida y decidí volver al museo para buscar qué habían escogido de él. Salí desilusionada. Pensé que quizá sería mejor volver otro día. Me senté nuevamente a la sombra con otro vaso de agua y volví la mirada sobre el programa de la retrospectiva y vi en el mapa que sí estaba la obra de Marcos. Volví a entrar… Salí desesperada, le pregunté a Analía (la responsable de la Tallera) me contestó que la tenía enfrente. Cómo? La caseta de vigilancia. Sí, esa mera. La pieza que descoloca a los vecinos porque afea su recinto. Una obra construida en dos semanas donde el artista decidió que a los albañiles que la hicieran se les iba a pagar como se les paga en Estados Unidos…
IV La hospitalidad está varada
Es imposible hablar de hospitalidad incondicional como bien lo afirma Derrida. La hospitalidad está varada y hay mucho por hacer no sólo en la frontera sino en el resto del país.
Salí molesta de la exposición porque no entendí su riqueza hasta que vi a los y las artistas convivir alegremente en la comida que se hizo en su honor el mismo día de la inauguración. Entendí que la hospitalidad no es universal, que la hospitalidad es también generosidad, pero sobre todo creatividad.
Felicidades a quienes hicieron posible el reencuentro de estas diferentes generaciones de artistas y por el tino de traer sus obras y su influencia artística a lugares difícilmente tocados por la genialidad fronteriza.
Recomiendo ampliamente la visita a esta muestra que estará hasta el 29 de junio de 2014 en La Tallera.
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