Observo las imágenes del éxodo hondureño varado en la frontera de Guatemala con México a la altura del Río Suchiate y recuerdo muchas otras tantas imágenes similares en el resto del mundo provocadas por las guerras, la hambruna, el crimen organizado, la falta de oportunidades para garantizar una vida digna. Mi memoria se puede remitir a Ruanda, en 1990, un éxodo que terminó en genocidio. Un año después de la caída del muro de Berlín, cuando supuestamente había terminado la Guerra Fría, otro crimen contra la humanidad que ya muy pocos recuerdan.
Después del acomodo de las fuerzas geopolíticas, en 2001 sucede el ataque a las Torres Gemelas (el major event, como dice Derrida, denominado 9/11, un triple suicidio), que sirvió para cambiar el discurso xenófobo, antimigrantes, por un discurso antiterrorista en todo el mundo, o lo que se conoce como mundo occidental, mientras en Latinoamérica, Africa, Medio Oriente, empezábamos a combatir otro tipo de conflictos: los del crimen organizado, el narcotráfico, la pobreza y la hambruna. Las guerrillas no eran las que mandaban, empezaban las pandillas, los maras, otras violencias y otras subjetividades.
¿Se esperaba mucho más de los árabes o simplemente no supimos escuchar sus demandas?
Nueve años después del 9/11, llega la #PrimaveraArabe, pasaron muchos años de invasión estadounidense en Medio Oriente, hasta que se levantan los pueblos contra Mubarak, Gadafi, Al Assad, aliados algunas veces de occidente. Entre 2011-2013, cayeron varios regímenes, otros se mantuvieron, como el de Siria, y provocaron lo que se conoce la guerra civil que inició en 2011. El resultado de esta guerra lo he visto en pantalla, lo he caminado y lo he padecido: la mal llamada crisis de refugiados sirios que llegó a Europa desde 2011 y no ha cesado de 2015 a la fecha, incluso se han sumado otros éxodos, los subsaharianos, africanos, iraquíes, afganos, incluso palestinos. Sobre esto tengo ya mucho escrito en el libro Cartografía de las Fronteras. Diario de campo.
América no se queda atrás, el éxodo venezolano empieza también en 2015 y alcanza su máximo en 2016-2017, oleadas de personas caminando hacia Colombia nos abrieron los ojos no solo de la crisis política venezolana, también de lo que estaría por-venir: el éxodo hondureño que estamos viviendo ahora. Ningún país es inmune a la movilidad humana en el mundo, menos cuando somos los vecinos de Estados Unidos. Prever estas situaciones y estar preparados como sociedad y gobierno debería ser nuestra prioridad, especialmente cuando hemos sido un país expulsor de mano de obra barata, un país de tránsito y ahora también un país de retorno.
La #PrimaveraArabe está logrando sus objetivos, las movilizaciones en la calle que tanto nos asombraron, y nos hicieron esperar un desenlace, quizá el que ahora observamos en esas largas caminatas, más de 50 km recorre al día la comunidad hondureña, guatemalteca, salvadoreña y mexicana. ¿Qué buscan? Mejor calidad de vida para sus hijos e hijas. Condiciones de seguridad humana, derechos sociales que les permitan seguir viviendo. ¿Qué están dispuestos a arriesgar? Todo, incluso su vida. Así como hacen los refugiados sirios a diario, por qué no lo harían los hondureños, los venezolanos, los haitianos.
Hasta ahora solo me he referido a las causas políticas de la movilidad humana y llegarán otros y otras, a cuenta gotas o en desbandada, la pregunta sigue siendo ¿estamos preparados? No, ni como país, ni como ciudad, ni como ciudadanos. Desde que un estado, un gobierno, llama la «crisis de la caravana hondureña» está siendo xenófobo con el éxodo.
No hay una crisis de refugiados, los refugiados no están en crisis, lo que está en crisis es el sistema neoliberal. O asumimos las narrativas, la gramática de nuestro propio lenguaje y corregimos desde ahí, o lo que inició como una #PrimaveraArabe y se convirtió en una guerra civil, en uno o muchos éxodos, también puede convertirse una revolución. ¿Estamos listos para ello? Tampoco.
¿Qué debería hacer el gobierno mexicano?
- No internar a los refugiados hondureños en centros, campos, albergues, donde solo unas cuantas organizaciones autorizadas puedan entrar, así lo hicieron en Grecia en 2016, después de que se firmó el acuerdo UE-Turquía, y desde estos centros militares fueron deportando a los y las sirias a Turquía.
- Cuidar y proteger a los defensores de derechos humanos que acompañan al éxodo hondureño.
- Cambiar la narrativa y la semántica en medios no es caravana de migrantes, es éxodo.
- Reconocer que Honduras vive una crisis humanitaria, como han reconocido la crisis de Venezuela, para que el trámite de solicitud de refugio sea inmediato y no se tenga que revisar caso por caso. Lamentablemente el tema venezolano se convirtió en un asunto de política nacional, mientras que el caso hondureño no lo es. Recomiendo revisar el caso alemán, cuando Merkel dijo que aceptaría un millón de refugiados, en 2015.
- No sobredimensionar para provocar confusión y miedo al otro. México es un país que puede aceptar, acoger, recibir, ser hospitalario con 7 mil y más refugiados, ya lo hizo en el pasado, por qué ahora nos conflictúa tanto.
- Pensar en esquemas de hospitalidad incondicional y para ello ya hay mucho escrito.
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