La imposibilidad de la amistad

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Oh, amigos míos, no hay ningún amigo.

Montaigne

Una estudiante del Seminario de autor: Jacques Derrida que impartí este semestre que termina me escribe un correo electrónico, después de varias correcciones que le hice al ensayo que propuso para certificar, diciendo lo siguiente:

Profesora 

Derrida nos habla de una deconstrucción 

Intento por deconstruir 

Pero no sé si me resulta una utopía o un romanticismo!

En su texto escribe sobre la (im)posibilidad de «vivir sin miedo» en este país, en esta ciudad. Un performativo del que el propio Adorno da cuenta cuando alude a la dialéctica negativa. Dejé pasar unos días porque a bote pronto no supe qué contestar, solo sentí satisfacción pues había logrado llegar a ese punto de la deconstrucción donde no hay vuelta atrás: la imposibilidad. Desde mi perspectiva es ahí donde está la apuesta epistémica, política, ética del propio Derrida.

¿Y qué es la imposibilidad? Es la posibilidad de deconstruir todo aquello que le da cuerpo (y no forma) al pensamiento, a la existencia, al ser, al estar en el mundo. Una aporía del juego de la posibilidad de la imposibilidad, como lo es también la amistad. Derrida tiene un texto ex profeso para ello: Políticas de la amistad. No es el único en el que deconstruye la amistad. En otros más alude, regresa, dialoga con quienes en vida, e incluso después de la muerte, fueron sus amigos. Amigos de la filosofía, amigos del diálogo, amigos del compartir el desasosiego de la época, amigos de los afectos mutuos.

Si la separación con el otro supone una separación infinita, una interrupción infinita en donde aparece el rostro ¿qué sucede, dónde y a quién le sucede, cuando otra interrupción viene, en el momento de la muerte, a tornar todavía más infinita esa separación primera, interrupción desgarradora en el seno de la interrupción misma?

Jacques Derrida. Adiós a Emmanuel Levinas. Palabra de acogida

Durante un semestre es prácticamente imposible revisar toda la obra de Derrida, mucho menos asomarse a todas las categorías que propone y deconstruye. A la amistad no llegamos, como tampoco se llega a comprender la amistad, o por lo menos no yo que he sido una defensora de la amistad y de quienes he considerado mis amigos y ya no lo son más. Cada ruptura, desencuentro, decepción, desenlace con cualquiera de mis amistades es un duelo: la pérdida del compartir, de la complicidad, del pertenecer. Un sinsentido de aquello que se piensa infinito sucumbe la posibilidad de lo atemporal de los afectos. ¿De cuales afectos? Los afectos de la responsabilidad, de la locura, de la política, del hacer comunidad.

La amistad o lo que cada quien determina por amistad es tan inasequible como el agua que corre por nuestras manos. Quizá la amistad se piensa casi siempre como lealtad al pensamiento hegemónico de un grupo en particular. Una relación a todas luces condicionada al pertenecer como constructo social. Nos dicen erróneamente que las personas somos seres sociales, un apelativo de la moral para aprender a conducirnos en las reglas de la sociedad. Decepciones varias me he llevado por creer en la posibilidad de una amistad incondicional, la amistad de la locura donde todo es posible menos el no responsabilizarse por los afectos mutuos.

La amistad no guarda silencio, más bien es guardada por el silencio. Desde el momento en que la amistad se habla, se invierte. Dice entonces, diciéndoselo, que no hay amigos, se confiesa confesándoselo. Dice la verdad —siempre aquello que más vale no saber.

Jacques Derrida. Políticas de la amistad.

El decir o no decir no resignifica la amistad. Es el silencio, es la risa, es el encuentro, es la posibilidad del acontecimiento lo que le da cuerpo a la amistad. Damos por hecho que los amigos nos pertenecen y les debemos lealtad, o por lo menos eso ha sido lo que he entendido por amistad hasta ahora. Esa amistad posible, la que le da forma a la rutina, a lo convencional y la que ha dejado de interesarme así tenga que experimentar la soledad de los espíritus libres a la que se refiere Nietzsche.

La amistad que ahora me convoca es aquella de la imposibilidad del ser política en comunidad, que no tiene nada que ver con el ser políticamente correcta, porque como dice Derrida, los tiempos no están para dejar pasar, para ser pacientes, para obviar o para sustituir la ética de la amistad por evitar confrontar al amigo que una vez que lo deja de ser asumimos se convierte en nuestro enemigo. Una falsedad a todos luces. No hay enemigos que devengan del no-amigo.

en el momento en que se desencadenan hostilidades que se parecen demasiado, pero que no se parecen ya en absoluto a las peores que hayamos conocido nunca, la urgencia política e histórica de lo que nos ocurre debería tolerar, se dirá, menos paciencia, menos rodeos y menos discreción bibliófila. Menos rareza esotérica.

Jacques Derrida. Políticas de la amistad.

Entonces, en palabras de mi estudiante, ¿qué es la amistad? ¿Una utopía o un romanticismo? Ninguna. En todo caso la imposibilidad de la amistad, el acontecimiento que está por venir.

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