Se termina el semestre de Ontología en su versión 2022-1 y estoy muy contenta de los alcances del curso especialmente a nivel personal dado que con la batería de lecturas (textos) que escogí para que mis estudiantes estuvieran al día de lo que se hace en el resto del mundo (a diferencia de lo que pasa en algunas universidades en México y en la UACM, donde se repite perenemente a la tradición filosófica sin distinguir metafísica de ontología, por decir lo menos), me permite armar mi propio lego ontológico que se traduce en la propuesta de ecología del afecto.
La vez anterior que impartí ontología (2019) estaba más preocupada por entender la ontología y diferenciarla de la metafísica en términos abstractos, del sujeto kantiano, ese que afirma que lo bello lo determina el sujeto en el objeto, aunque en términos prácticos, o de lo que ahora puedo nombrar como, pluralismo ontológico y realismo especulativo, ya distinguía como la ontología orientada al objeto (OOO) ) en el modelo epistemológico de las fronteras donde me dediqué a categorizar al las fronteras como muros, como objetos, como objetos reales y sensuales (usando las categorías de Harman con las que puedo también estar no tan de acuerdo).
Las lecturas de Harman, Latour, Morton, Malabou, Meillassoux y varias más llegaron a mí por influencia del tuiter al momento de dejar de hacer estudios fronterizos. Me explico, parte de mi trabajo de investigación se da en ciertas redes sociales que me permiten estar al día de las publicaciones, pensamientos, apuestas de otres. Fue así que cuando dejé de seguir a quienes por muchos años fueron mis fuentes tuiteras en los estudios fronterizos y empecé a seguir a les filosofes del mundo me di cuenta que no solo se abría un agujero negro del conocimiento, sino que era precisamente el agujero en donde llevaba ya algunos años colando mis propias apuesta epistémicas, ontológicas, estéticas, éticas, políticas que me habían servido para proponer ciertas categorías para los Critical Border Studies, pero que no me permitían desplegar, diferir, otros modos de existencia, además de las fronteras, los muros, los límites, que no estuvieran anclados a la migración y por tanto a la subjetivación perversa de quienes se dedican a hacer política migratoria en el mundo sin considerar a las fronteras como objetos interdependientes de los sujetos que las cruzan y de los gobiernos que las levantan para impedir el paso incluso de los animales.
Si bien ya había empezado a indagar a partir del desarrollo del modelo epistemológico de las fronteras en la ontología política, la ontología social otras formas de pluralismo, encuentro en Simondon (filosofía de la tecnología) y en Souriau (y sus diferentes modos de existencia) las primeras versiones de lo que casi un siglo después Harman, Meillassoux, Markus denominaría realismo especulativo. Un apuesta onto-epistémica que evidentemente quiere poner distancia con respecto a los posmodernos, pero especialmente a cierta parte de la escuela francesa (Derrida, Deleuze) que sigue muy presente en la filosofía contemporánea y de quienes muchas han sido discípulas como la propia Malabou quien desde otra perspectiva deconstructiva también da cuenta de la ontología de los objetos en la categoría de plasticidad.
Sin duda la apuesta del realismo especulativo y de la ontología orientada a los objetos implica una vuelta de 360 grados a lo que después de Kant se puso en escena y que con la escuela francesa se dio un primer rompimiento con escindir al sujeto, el giro ontológico de esta digamos revolución del objeto, de lo otro, es la que me permite trazar, dibujar el planteamiento de la ecología del afecto y de la filosofía ficcional; esta última en sintonía de que menciona Harman (tomado de Husserl): la imagen como pensamiento y el pensamiento como categoría de la imagen.
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