Así como la fe del buen ladrón
abrió las puertas del paraíso,
el pueblo cristiano tiene la facultad
de regresar a la patria perdida,
de donde antaño el hombre fue exiliado.
León el Grande
¿Por qué alegoría del paraíso perdido? Porque el paraíso perdido, entendido como el territorio o la tierra que vendió México a los Estados Unidos con la firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo (1848) o aquél que abandonaron los migrantes mexicanos para buscar mejores condiciones de vida en el “otro lado”, sólo existe alegóricamente y forma parte del imaginario cultural de los chicanos. La alegoría de este territorio vendido o abandonado se ha constituido paulatinamente a lo largo de los años y ha permeado la identidad colectiva de la comunidad chicana con las leyendas o los fábulas que les contaban sus padres o abuelos cuando eran niños; con los lugares que han conocido en sus viajes a México; con las costumbres y tradiciones que decoran su escritura; con el idioma con el que se refieren a su parte mexicana; y con la incansable evocación de sus orígenes prehispánicos. Paradójicamente, esa evocación es sólo una idea, un motivo, un tema de su escritura porque en ningún momento pasa por su mente regresar al México que “añoran” por una cuestión fútil: en México no podrían tener la misma calidad de vida que tienen en Estados Unidos porque el movimiento chicano no es prioridad para las instituciones mexicanas (académicas ni gubernamentales), como tampoco lo es su trabajo artístico. En este sentido, resulta más conmovedor hablar alegóricamente de lo que se ha perdido, que representar su condición de comunidad minoritaria a un nivel de interlocución equiparable con la de su alter ego estadounidense, pues ésta sería menos redituable en cuestión de movimiento social y de expresión artística. No es casualidad, entonces, que la literatura chicana esté circunscrita desde sus inicios por los referentes mexicanos (costumbres, tradiciones, lugares de culto, entre otros), como se podrá observar en al análisis de tres escritores/as chicanos/as que he tomado como muestra para ejemplificar el trabajo literario chicano del sur de Estados Unidos.
¿Por qué tres escritores? y ¿qué características consideré para la selección? Tres es el número que parte de la idea de división o de repartición. Con división me refiero no solamente a la geográfica, también a la genérica, porque en esta investigación un hombre está en medio de dos mujeres, una mexicana en medio de dos chicanos, una poeta en medio de dos cuentistas. Además, la unión de dos culturas (mexicana-estadounidense) conforman una tercera (mexicoamericana), como sucede con la unión de dos idiomas (español + inglés = spanglish). Los parámetros de selección que tomé en consideración para escoger a los/as tres escritores/as chicanos/as fueron los siguientes: que fueran chicanos por nacimiento o por convicción; que radicaran en el sureste de Estados Unidos y escribieran en/desde su frontera; que los tres fueran contemporáneos; que por lo menos uno/a de ellos/as fuera reconocido/a a nivel internacional por su trayectoria literaria; que su propuesta estilística enfatizara el establecimiento de puentes entre las diferentes comunidades, a través de un diálogo que no sólo incluyera cuestiones de identidad, sino también de diferencia de género y de preferencia sexual; que el espacio de escritura en el que estuvieran inscritos sus textos fuera ideológico, más que físico, debido a que la frontera de los chicanos no necesariamente es la que los impide cruzar de uno a otro lado (como sucede con los migrantes mexicanos) sino su propia identidad y la representación de sí mismos frente al otro.
La conjunción de dichos parámetros arrojó la selección del trabajo literario de los siguientes escritores/as: Sandra Cisneros, Daniel Chacón y Selfa Chew. Los tres están comprometidos con su comunidad y están conscientes de la importancia de su labor creativa en un momento particular de la historia del movimiento chicano. Los tres son contemporáneos y escriben en/desde su frontera ideológica y hacen hincapié en la imperiosa necesidad de representarse mediante la escritura, ya sea con cuentos o con poemas. Dos de ellos escriben en inglés, y los tres hacen uso del spanglish para referirse a las tradiciones mexicanas. En los tres está presente la tradición oral y los referentes culturales de sus padres o abuelos mexicanos. Finalmente, los tres construyen puentes con su escritura entre las dos culturas que los constituyen como sujetos; cada uno con un estilo particular y con una particular visión de su propia identidad. Sin más preámbulos, en las siguientes páginas realizaré el análisis monográfico de cada uno de estos/as escritores/as. Por cuestión de espacio y te tiempo, sólo me limitaré a analizar algunos textos que también fueron escogidos tomando en cuenta los parámetros antes mencionados. De tal forma, subdividiré este capítulo de la siguiente manera: 1) representación ideológica del espacio en Sandra Cisneros; 2) reflejo y refracción de “lo mexicano” en Daniel Chacón; 3) perspicaz mirada de la experiencia en Selfa Chew. El orden de los subtemas no sigue ninguna condición lógica-temporal, sólo formal, por lo que primero realizaré el análisis literario de algunos cuentos de Sandra Cisneros y de Daniel Chacón, y, finalmente, de la poética de Selfa Chew.
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*Inicio del capítulo 3 («Escritura chicana: Alegoría del paraíso perdido») de mi tesis doctoral titulada «Alegoría de la frontera México-Estados Unidos. Análisis comparativo de dos escrituras colindantes», presentada en julio de 2008, en la Universidad Autónoma de Barcelona.
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