Este semestre decidí terminar el último mes del curso de Estética con textos de filósofas, teóricas, escritoras. No es menor cuando hablamos de Estética como disciplina. Si hacemos una revisión general, cronológica, lineal de los trabajos realizados por filósofos es muy evidente una continuidad en el pensamiento que sigue de un momento a otro desde Baumgarten hasta Heidegger, que es normalmente el camino que recorro cuando imparto el curso. En eso se me van prácticamente tres meses, dejo fuera bastantes textos y me aboco a los que me parecen más representativos.
El último mes siempre se me había complicado mucho porque sentía que las últimas lecturas terminaban siendo más de lo mismo y los estudiantes iban perdiendo el interés después de 34 sesiones de clase y 34 textos distintos. Por ello, me di a la tarea de buscar algunos textos que irrumpieran al propio Zizek, quien marca un antes y un después durante el semestre, específicamente con un texto que ha resultado bastante provocador : «Apéndice I. De lo sublime a lo ridículo: el acto sexual en el cine» que está en el libro Acoso de las fantasías. Un texto que complejiza las categorías con las que empezamos a trabajar con Kant en sus diferentes acepciones, especialmente lo sublime y la relación con el goce de Lacan: «Uno de los episodios de El sentido de la vida gira en torno al tema de la educación sexual y expresa perfectamente no solo la imposibilidad de situarse a una distancia neutral respecto de la propia pasión, sino también que el imperativo del superyó no es otro que gozar» (Zizek, 2011, 189).
Este texto sin duda es de los que más compromete a los estudiantes a pensar la estética desde otros derroteros debido a la mirada invasiva de Zizek puesta en ciertas escenas de películas icónicas como Blue Velvet de David Lynch o No amarás de Krzysztof Kieślowski, donde el objeto y el sujeto del deseo son intercambiables a partir de las implicaciones de «las tres dimensiones fundamentales que, según Lacan, estructuran el universo humano: lo Real (la «dura» realidad traumática, que se resiste a la simbolización), lo Simbólico (el campo del lenguaje, de la estructura simbólica y la comunicación) y lo Imaginario (el dominio de las imágenes con las que nos identificamos y que nos llaman la atención)» (Zizej, 2011, 192).
Y fue este texto el que, a su vez, me permitió colocar una mirada antagónica, una propuesta ontoepistemica de las mujeres en el cine con un texto de Teresa de Laurentis titulado «Repensando el cine de mujeres: teoría estética y teoría feminista», del libro Nuevas direcciones. Un nuevo saber de los estudios de mujeres (2001). De Laurentis empieza recuperando una pregunta que se hizo Silvia Bovenschen, en 1976: «¿existe una estética feminista?». Un cuestionamiento no menor que también me hago cada que imparto este curso de Estética. A lo que contesta: sí y no. «Claro que la hay, si una se refiere al hecho de tener conciencia de lo estético y a modos de percepción sensorial. Claro que no, si una habla de una variante insólita en la producción artística o de una teoría del arte construida concienzudamente» (De Laurentis, 2001, 203).
¿Cómo entender concienzudamente en esta acepción de la estética? ¿Como resistencia, como agenciamiento político, como confrotación, como un pensamiento de la diferencia? ¿Qué tipo de lenguaje es el que se debe emplear, qué categorías, qué puntos de vista? ¿Existe el pensamiento estético en las teóricas contemporáneas a diferencia de lo que podemos observar en las artistas, cineastas, escritoras, fotógrafas, pintoras? ¿Es suficiente el análisis filosófico de las obras de arte para dar cuenta del pensamiento feminista ontoepistémico?
Me parece que no. Si bien es cierto que de Laurentis intenta esbozar trazos de lo que pudiera ser ese pensamiento estético de mujeres comentando el trabajo cinematográfico de Chantal Akerman y Lizzie Borden. Dos apuestas distintas donde lo «preestético ya es completamente estético». Afirmación que sugiere que lo estético está puesto previo a la creación misma de la obra, es ontoepistémico y por lo tanto le compete a la propia directora y no al sistema estético en el que se desenvuelve, ¿por qué hacer énfasis en que esa mirada estética feminista es la que debe recrear, repensar a los sujetos de manera diferenciada? Es decir, «desestetizar» la estética feminista (de Laurentis, 2001, 232). Mi interrogante siegue siendo la misma: ¿Es suficiente desestetizar el pensamiento estético de mujeres para dar cuenta de una Estética ontoepistémica?
Seguimos con las lecturas y les propuse un texto de Judith Butler titulado ¿A quién le pertenece Kafka? y otros ensayos (2014). Empezamos con el que lleva el nombre del libro. Primero una introducción al conflicto de los derechos de la obra entre Alemania e Israel, aun cuando Kafka fue checo, escribió en alemán y era judío: «¿De qué formas debiera el multilingüismo de Kafka y sus orígenes checos ser «purificados» para que represente un alemán puro?» (Butler, 2014, 14). Después propone dos categorías a partir de la escritura kafkiana: la no-llegada y el impase contra-mesiánico (24). Categorías que dan cuenta justamente de ese pensamiento de la diferencia, una mirada deluziana de la desterritorialización que ha sido también su apuesta feminista.
Continuamos la sesiones con un texto más de este libro titulado «Beauvoir sobre Sade. La sexualidad cono una ética? (Butler, 2014, 109). Un ejercicio interesante donde pone a dialogar «una filosofía feminista que se basa en la libertad, como claramente es la de Beauvoir, y una filosofía -y práctica- del libertinaje sexual que en la mayor parte asume los aspectos placenteros de la dominación de la mujer dentro de la práctica sexual» (109). El análisis que hace de la escritura de Beauvoir sobre Sade la lleva a otras de sus categorías que se pueden encontrar en libros anteriores: el requerimiento ético de conocerse a sí mismo como la posibilidad de conocer el Otro lo cual, concluye, es imposible (Butler, 2014, 135). La imposibilidad derridiana de lo deconstrucción como posibilidad.
Una última lectura que propuse fue el texto de Borderlands de Gloria Anzaldúa, a quien no hace falta ubicar en ningún lado como el texto mismo lo propone. Y creo que es con ella, con Anzaldúa, donde de repente encuentro las respuestas a si existe ese pensamiento estético de mujeres. Mi conclusión es que sí, que existe en los márgenes propios de lo diferido, de la deconstrucción del propio pensamiento estético, tanto del impuesto como con el que nos identificamos. No es un tercer pensamiento ni existe en los bordes de la subjetivación. Es más no es un pensamiento que exista como tal en todo caso es un pensamiento que está siendo todo el tiempo. Es un pensamiento en acción que propone categorías y no una genealogía de la Estético.
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