Estoy por terminar el semestre de filosofía de la economía y, como es costumbre, en mis sesiones pudimos leer muchos textos diferentes: desde los más clásicos hasta los más contemporáneos, incluyendo a los penúltimos premio Nobel. En esta mirada no lineal de la filosofía de la economía lo que me interesa transmitir consiste en identificar 1) variables de análisis, 2) relaciones que se dan de forma directa o indirectamente proporcional entre las variables (véase «Formulando la filosofía económica de Marx«) y 3) categorías de análisis que nos permiten proponer desde lo más inmediato como es un ensayo para certificar la asignatura o alguna iniciativa de redacción de política social.
Como parte del módulo referente a la crisis del capitalismo global me interesa precisar que el capitalismo entendido como la maquinaria perfectamente funcional del sistema mundo es la que por conveniencia a los fines últimos del propio capitalismo provoca la crisis y no a la inversa. Situación que podemos observar de manera tanto microscópica como macroeconómica si consideramos adecuadamente las variables para deconstruir la economía de guerra, la economía de pandemia, la economía de ecocidio, la economía de pobreza, la economía de migración, por mencionar algunos ejemplos.
Lo relevante de realizar un análisis de este tipo consiste en que la variable que no se transforma es precisamente la que Marx identificó oportunamente y sigue estando tan vigente como hace dos siglos sin importar la prevalencia de la tecnología en la fuerza de producción. Me refiero específicamente a la mercancía como variable y categoría filosófica.
En prácticamente todo el mundo, paradójicamente al proyecto globalizador que entró en vigor hace alrededor de 40 años, la primera medida que se propuso tanto en nombre de la soberanía, como de la seguridad, dos importantes categorías del capitalismo, consistió en frenar la movilidad humana en tránsito entre países, no así la mercancía.
Aquello que se traduce en varios medios de comunicación e incluso los propios gobernantes denominan «crisis migratoria» deja abierta la puerta del sistema mundo de forma irregular a las mujeres que se encargan del cuidado de la salud en Europa; a las personas que trabajan la agricultura en Estados Unidos; por no mencionar a quienes sirven de mulas para transportar droga, mercancía que en sí misma tiene más valor que la vida de quienes la portan por las fronteras del Estado-nación, sin importar cuál sea éste.
Atendiendo a que la mercancía como categoría filosófica no es de ninguna manera sinónimo de producto de consumo que se ofrece o demanda para satisfacer necesidades individuales o institucionales, sino que en sí misma es la abstracción de la acumulación de capital; las personas migrantes hacinadas en las fronteras se convierten en mercancía a partir de otra categoría filosófica que se desprende de ésta y se conoce como capital humano.
El capital humano es desde mi perspectiva el eslabón más importante en esta cadena de fuerza productiva y acumulación, aunado a que es la variable a la que más se le ha invertido en lo que llevamos de neoliberalismo en el mundo. Capital humano es incentivar un sistema educativo de competencias, es promover el coaching como terapia generalizada del empresario de sí mismo y es asumir que todas las personas sin importar nuestras capacidades ni habilidades somos sí o sí sujetos altamente explotables de la propia maquinaria del capital en su versión de mano de obra barata (objeto de consumo) o como objeto de crédito (sujeto de consumo).
Otros dos ejemplos recientes de que el capitalismo necesita de la crisis para reinventarse son precisamente 1) la pandemia Covid-19 y 2) la guerra en Ucrania. En el primer caso la mercancía es la salud de la gente y derivado de la «crisis sanitaria» hubo que darse el confinamiento y con ello el aumento considerable de transacciones de consumo digital, permitiendo el crecimiento acelerado de un mercado de difícil regulación; mientras que en el segundo caso la mercancía es en sí misma la crisis que provoca la falta de trigo en el mundo y la carencia de energéticos en Europa. La crisis inflacionaria beneficia única y exclusivamente a la maquinaria que pensábamos estaba desahuciada: la globalización. Y la globalización no es más que la hegemonía monocultural del consumo.
¿Es imposible salir de la crisis? Quizá, aunque lo importante es aprender que la crisis es en sí misma el capitalismo.
Roxana Rodríguez Ortiz
Debemos observar la crisis no como circunstancia a priori de la economía, sino como fenómeno de análisis donde lo primero y más importante consiste en identificar las variables y jugar con ellas hasta que las relaciones directa e indirectamente proporcionales nos ayuden a encontrar una solución a determinada crisis. Las crisis siempre son temporales y causales. Bien dicen que no hay mal que dure cien años ni nadie que lo resista. Veremos si el dicho aplica también para el capitalismo.
Deja una respuesta