Filosofía de la Tecnología: Antropoegocentrismo como práctica del pensamiento crítico

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Buenas tardes, agradezco a los organizadores de la XXXIX Semana del Humanismo, especialmente a Paola Chaparro por contactarme y dar el seguimiento logístico para poder estar hoy aquí platicando con ustedes. Agradezco y felicito a las autoridades de la Universidad Autónoma de Chihuahua y a la Facultad de Filosofía y Letras por convocar y realizar este encuentro dialógico con un tema que nos es tan cotidiano en la academia: “el humanismo como práctica social”.[1]

En esta presentación abandonaré el guion de mi propio quehacer filosófico, el de los estudios fronterizos comparados, el de las fronteras territoriales, no así de las fronteras intertextuales. Lo que presento ahora responde justamente a la preocupación de comprender aquello que entendemos por humanismo en un momento donde lo más valioso son los datos, los datos de identidad administrativa, los datos de consumo, los datos financieros y los datos genéticos; así como preguntarnos si estamos o no a la altura de lo que la práctica social, la comunidad, nos demanda como teóricos.

Inicio contando brevemente cómo fue tomando forma esta plática:

Llevo casi diez años impartiendo asignaturas y seminarios en la Licenciatura de Filosofía e Historia de las Ideas que ofrece la UACM. Prácticamente estos años de docencia son los que me han permitido ahondar en la reflexión filosófica no solo en función de los estudios fronterizos, que es a lo que le he dedicado más tinta y reflexión, sino también a pensarnos en modelos de sociedad que se autorregulen de forma incondicional, en sincronía con el proyecto educativo de nuestra universidad y del modelo epistemológico que desarrollé para estudiar las fronteras geopolíticas en el mundo.

Al ser el plan de estudios de la licenciatura tan amplio y flexible he podido transitar los vericuetos de la filosofía sin rumbo fijo y cada semestre pienso que debería escribir mis sesiones, como lo hicieron Foucault, Derrida, muchos más, para dejar un registro de esos momentos de iluminación que tenemos los docentes en el aula, pero no lo hago y lo dejo a la voluntad de la improvisación y de la buena memoria. No es el caso de esta exposición, ahora sí me propuse escribir una ponencia. El tema, el antropoegocentrismo como práctica del pensamiento crítico, una apuesta creativa que surge a raíz de pensar el programa de estudio del seminario de filosofía de la tecnología.

Después de buscar en la red los programas que se ofrecen en otras instituciones, de cotejar la literatura existente, de observar las disputas disciplinares entre la ciencia y la tecnología, me conecté a Netflix, como acostumbro para desconectarme de la teoría, y busqué en la programación lo más reciente sobre inteligencia artificial, biología sintética, física cuántica, y demás temas que me parecían pertinentes para completar mis indagaciones filosóficas.

Al iniciar el semestre le dije a los estudiantes que tenía un postulado, el del antropoegocentrismo, un neologismo, sin duda, incluso una tautología, cuyo fundamento ontológico, deontológico, epistemológico, me fue dado, a manera de desocultamiento, al terminar de ver la película Trascender (2014). Una película que habla de la inteligencia artificial y consiste en trasplantar la “conciencia” de un científico a una computadora, previo a su muerte física.

Sobre trasplantes se ha avanzado mucho, incluso ahora ya no son órganos lo único que se puede trasplantar, sino cuerpos enteros, como sucedió hace unos meses, aunque el resultado aún lo desconocemos. Quizá estemos alejados del trasplante de la conciencia, como se presenta en Trascender, pero no es lo más urgente a resolver sino preguntarnos el para qué.

La inmortalidad, la trascendencia, el elixir de la eterna juventud han sido los temas recurrentes desde hace cientos de años, el Poema de Gilgamesh hace referencia a ello, Yuval Noam Harari, historiador israelí, lo vuelve a plantear como uno de los tres problemas a resolver del hombre posmoderno en su libro titulado Homo Deus; los otros dos son la felicidad y la acumulación de datos.

La tradición filosófica también se ha encargado de ello, hablamos de este sujeto trascendental kantiano que conoce a priori, en una dimensión desconocida que se nos fue aclarando con la neurociencia y la genómica, la sinapsis y el ADN.

De repente, así como con la teoría de la relatividad de Einstein, la neurociencia revolucionó la teoría del conocimiento, parece que la ciencia superó a la filosofía. Con el paso de los siglos se fueron invirtiendo los papeles disciplinares: la filosofía dejó de ser la raíz del conocimiento y la ciencia aplicada nos adelantó por la izquierda. ¿A qué se debe esto? Tengo una hipótesis que consiste en la interpretación equivoca de la noción de techné en la definición antropológica e instrumental de la técnica moderna. Para desarrollarla, primero deconstruyo la noción de tecnología y posteriormente expongo cómo se vincula con el antropoegocentrismo y con el pensamiento crítico contemporáneo.

Techné versus técnica

Con respecto a la interpretación de la τέχνη versus técnica, parto del análisis que Heidegger elabora en el libro titulado Filosofía, ciencia y técnica, considerando diferentes acepciones etimológicas, genealógicas, filológicas y hermenéuticas de la noción de techné, entendida como arte, oficio, habilidad, destreza o medio, se puede relacionar y confundir, según el filósofo alemán, con conocimiento (ἐπιστήμη), creador (ποιητής), verdad (ἀλήθεια), forma (εἶδος) y poiesis (ποιέω).[2]

No hay rastros de la noción de técnica moderna en la Grecia clásica, y mucho menos podemos pensar que techné es la etimología de técnica, como afirma Alicia Olabuenaga:

Traducir techné por técnica es confundir la techné con la idea de un producto identificable y exterior a la propia acción que conduce hacia él. Y parece que esta concepción no es habitual en los autores antiguos, ni en los historiadores que se han dedicado a estudiar el mundo griego.[3]

Olabuenaga también comenta que en la mitología griega Prometeo no aparece como el inventor del fuego, “pero parece que Atenea, Hefaistos y Prometeo están relacionados con las artes derivadas del fuego y por lo tanto tienden a simbolizar, en el pensamiento mitológico, lo que podríamos llamar, la función técnica y a su vez una clase social: la de los artesanos”.

La función de la técnica es una noción posterior, que Olabuenaga vincula con el “milagro” griego, específicamente con la ciencia y la filosofía surgida en Grecia a partir del siglo VI a.C.

La ciencia griega se definirá como un saber operacional de la naturaleza y esto implica que la medida de la verdad viene dada por el éxito de la práctica […] No sólo sería improcedente, por lo tanto, hablar en este momento de un divorcio entre técnica y ciencia, sino que será el trasfondo técnico el que de origen a los modelos explicativos teóricos.

Precisamente en interpretaciones de este tipo, que aluden a un “trasfondo técnico que da origen a” es dónde debemos poner atención para comprender el fenómeno de la tecnología en las sociedades contemporáneas. Heidegger es uno de los primeros detractores en pensarlo así pues afirma que “mientras concibamos la técnica como instrumento, vamos a permanecer apegados a querer dominarla y omitiremos la esencia de la técnica” (p. 144).

En este sentido, cuando Heidegger habla de la techné piensa en el arte, no en el quehacer de la máquina: “¿Qué fue del arte? ¿Quizás sólo por breve pero elevado tiempo? ¿Por qué llevaron el sencillo nombre de τέχνη? Porque fue un desocultar que aportaba y pro-ducía y por eso pertenecía a la ποιητής [creador]. Este nombre recibió en último lugar y como nombre propio, aquel desocultar que impera a todo arte de lo bello, la poesía, lo poético”. (Heidegger, p.147)

Lo que me resulta más revelador del análisis de Heidegger no es necesariamente lo literal, sino la interpretación, la comprensión de la techné, del lenguaje empleado. Quisiera no extenderme más en esta parte, no porque no me parezca importante sino para poder explicar la segunda parte de mi análisis que consiste en deconstruir la tecnología.

El devenir antropoegocentrico

Como lo mencioné al principio, la noción de antropoegocentrismo deviene de una serie de inspiraciones intelectuales reveladas, desocultadas, por la presencia de Netflix y la filosofía en mi cotidiano. Esta noción la desarrollo a partir de la indagación de la historia de la filosofía de la tecnología. Para quienes no la conozcan, uno de los teóricos que más se cita cuando se alude a la historia de la filosofía de la tecnología es Carl Mitcham, de los primeros teóricos que agrupa su genealogía en dos bandos: el ingenieril-mecanicista, por un lado y el humanista-hermenéutico, por el otro.

El primer grupo enfatiza la apropiación de técnica a la ciencia aplicada. El segundo bloque hace hermenéutica de la noción de técnica. Para Mitcham teóricos como Ernst Kapp, Friedrich Dessauer estarían en el primer grupo, mientras que en el segundo entrarían Heidegger, Ortega y Gasset, Simondon, entre otros. Desde mi perspectiva esa división es arbitraria y no permite dar cuenta del antropoegocentrismo.

Como mencioné, la división que propone Mitcham para la filosofía de la tecnología no representa la problemática actual del fenómeno tecnológico ni para explicar el neologismo del antropocentrismo, por ello deconstruyo la aplicación antropológica e instrumental de la técnica moderna, como se observa en la siguiente matriz que he denominado “Etapas de la filosofía de la tecnología”:

Matriz 1: Etapas de la filosofía de la tecnología (Rodriguez, 2017)
Etapas / CaracterísticasMecanólogo (máquina)Technólogo (téchne)Organólogo (organismo)
Filósofos / TeóricosMarx, Ortega, EllulSimondon, Heidegger, Haraway, DerridaFoucault, Deleuze, Virilio, Parente
ÉnfasisIngeniería / materiaOntologíaOntología sintética
PrototipoRobotCiborgClon
NecesidadMedios de producciónCapital humanoPatente
Sector económicoSector industrialSector de servicios (primera generación)Sector de servicios (segunda generación)
ActividadCiencia aplicadaI+D localI+D global (procesamiento de información acelerado)

La división que propongo está basada en tres criterios: colateral, azar y contingente. La primera columna, la etapa “mecanólogo”, alude a lo colateral; la segunda, la etapa “technólogo” (nótese aquí el uso de la “h” intermedia, para darle continuidad a la apropiación de la techné, como lo vimos anteriormente) corresponde al azar; y la tercera columna, la etapa “organólogo”, corresponde al criterio de contingencia.

Lo que pretendo hacer con esta categorización de la filosofía de la tecnología, cuya metodología conjunta varias corrientes filosóficas y filológicas como la etimología, la genealogía, la hermenéutica, la fenomenología y la deconstrucción, aunada a la metodología matricial que desarrollé para estudiar las fronteras, consiste en difuminar las fronteras disciplinares que insisten en asumir que la tecnología y  la ciencia solo nos sirven para  proveer de progreso y modernización (entiéndase como proyecto de la ilustración y la modernidad) a las sociedades; un discurso recurrente en la tecnocracia contemporánea, resultado de la globalización.

Desde mi perspectiva, y con esto me adelanto a la conclusión, la tecnocracia es lo que da pie al antropoegocentrismo, entendido como las prácticas institucionalizadas, academicistas, del pensamiento crítico en el mundo. Ejemplos tenemos de sobra: la meritocracia del CONACYT que exige por un lado tener menos edad para conseguir becas y por otro lado más publicaciones (a destajo) para conseguir el estímulo del SNI; una práctica donde evidentemente el pensamiento crítico no encaja muy bien. Y éste es uno de los problemas menores porque finalmente el conocimiento tan especializado que realizamos los investigadores termina alienándose con lo que las instituciones nos exigen y evitamos así provocar un pensamiento crítico en nuestros estudiantes, ya no digamos en la sociedad.

Lo mismo le pasa a las organizaciones de la sociedad civil y a los defensores de derechos humanos, terminan alineándose a las instituciones financiadoras de proyectos “humanitarios” siempre y cuando cumplan con la cuota que exige la ONU, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional mediante un mecanismo de control de las actividades de cada una de estas organizaciones: la agenda mundial, la que está en curso se denomina “la agenda 2030 del desarrollo sostenible”, donde la ONU lleva la batuta, impone los temas y ofrece financiamiento a las organizaciones de la sociedad civil para que cumplan con esas metas.

En el argot de la administración se llama outosurcing, externalizar el empleo, precarizar las condiciones laborales de la gente, desburocratizar las instituciones y liberar al Estado de responsabilidades. Esto también es tecnología, mejor dicho, tecnocracia auspiciada por el desarrollo sublime de mecanismos de control o como se conoce en el ámbito fronterizo: inteligencia de seguridad.

Volviendo a la matriz y con esto voy finalizando la presentación. Voy a tomar solo una de las características de la matriz para comentar cada etapa. Las características, las ubican en el costado izquierdo de la matriz, son seis y se enuncian de la siguiente forma: filósofos estudiados, énfasis filosófico de la proyección de la aplicación técnico-tecnológico, prototipo desarrollado con la tecnología, necesidad a resolver con la implementación técnica-tecnológica, sector económico al que responde en el mundo, y actividad global a la que se refiere cada una de las etapas.

Ya comenté que los criterios empleados fueron lo colateral, el azar y lo contingente. Colateral entendido como el efecto secundario de una decisión razonada. Para explicar el cruce transversal de la matriz en la etapa llamada “mecanólogo”, considero la característica del sector económico para ejemplificarla: en la industria, la sustitución de la mano de obra al emplearse la máquina no disminuye el horario laboral sino todo lo contrario, para amortizar el costo de la inversión, los dueños-empleadores imponen más jornadas de trabajo a los operadores.

El azar en la etapa denominada “technólogo”, corresponde a dos acepciones, por un lado, a la griega clásica que como lo explica Olabuenaga, en el diálogo de Protágoras, Platón “plantea la cuestión de la función de la techné frente a la tyche”. Techné ya vimos que corresponde al arte, oficio, habilidad, destreza, mientras que la tyche es el azar, la fortuna, lo que los hombres no controlan; por ello, lo que se observa en el diálogo de Protágaras comenta Olabuenaga, “es la idea de que el verdadero progreso consiste en eliminar la tyche mediante la techné”, como se lee en el diálogo: “una nueva techné que asimile la deliberación práctica a la numeración, ponderación y medida” (citado en Olabuenaga).

La otra acepción del azar está dada por la teoría de la evolución darwiniana. Para comentar esta etapa considero la característica de necesidad que se refiere al capital humano, como lo comenté anteriormente, lo que el outosurcing nos obliga es a hacernos empresarios de nosotros mismos. Tomo por ejemplo lo que escribí cuando estuve haciendo investigación de campo en la Unión Europea sobre las fronteras del espacio Schengen y la mal denominada crisis de refugiados sirios:

El otro nivel que me parece aún más perverso lo ubico en lo que Foucault denomina “mejora del capital humano”. Es decir, lo que hemos advertido con la mal llamada “crisis de refugiados” ha sido una selección étnica y racial de quiénes sí pueden entrar a la Unión Europea y quienes no son aptos. Lo observamos con las declaraciones de Angela Merkel en agosto de 2015 cuando públicamente afirmó que Alemania recibiría a un millón de refugiados sirios. Los sirios que en ese entonces estaban arribando a las costas europeas, eran sirios de clase media, profesionales casi todos, lo que da lugar a la perversión biopolítica que constituye la creencia de que los individuos somos nuestra propia empresa y debemos actuar en función de ello: “La migración es una inversión, el migrante es un inversor. Es un empresario de sí mismo que hace una serie de gastos de inversión para conseguir cierta mejora” (Foucault, 2012: 234).[4]

Étienne Balibar en el texto de Ciudadanía, también se refiere a este capital humano de la siguiente manera: “El individuo ‘desafiliado’ (o desincorporado) —por ejemplo, un joven proletario desempleado y sin perspectiva de empleo estable, ya sea de origen migrante o no— es un sujeto a quien se le dirigen permanentemente conminaciones contradictorias. Debería comportarse como un gran “emprendedor de sí mismo” siguiendo el nuevo código de valores neoliberales, de manera que exhiba una autonomía cuyas condiciones de posibilidad le son al mismo tiempo retiradas o inaccesible” (Balibar, 2013:184-185).

Finalmente, lo contingente en la etapa del “oranólogo” sirve para explicar aquello que puede o no pasar, para ello utilizo la característica que se refiere al énfasis filosófico, en este caso, la ontología sintética. Sobre la noción de ontología en relación con la tecnológica, Heidegger es quien más y mejor la desarrolla, no me voy a detener en este punto. Lo que me interesa es explicar cómo estoy pensando la ontología sintética con un ejemplo: la biología sintética que diseña funciones nuevas que no se encuentran en la naturaleza; se ayuda y complementa de otras ramas y ciencias, la biología molecular es una de ellas, otra es la biotecnología.

Evidentemente hay varias maneras de percibir y desarrollar las técnicas moleculares. Los ecólogos microbianos, como comenta Laura Espinosa Asuar, las utilizan para descubrir las asociaciones que tienen las bacterias con factores bióticos, ya que forman relaciones muy estrechas entre ellos para poder vivir, lo cual sirve para describir la diversidad, la conservación, la evolución, la ecología y los procesos biogeoquímicos de lugares como Cuatro Ciénegas en Coahuila.

Otro campo que está siendo desarrollado es el de organismos artificiales, se empezó con “la creación de una célula bacteriana controlada por un genoma sintetizado químicamente”, y en la actualidad están tratando de “imitar la naturaleza” mediante el prototipo de una célula artificial que pueda ser controlada para combustibles, medicamentos, productos químicos o enzimas, o incluso para fines médicos como trasplantes en un organismo; pero hoy en día no se puede hablar aún de auténticas células artificiales. Evidentemente en todo este procedimiento está presente lo contingente, no sólo sabemos si se pueda lograr, sino desconocemos el producto que resulte de esto.

Si nos adelantamos un poco, como casi siempre lo hacen los literatos, los cineastas, los artistas en general, quienes enuncian los problemas antes de que los científicos sociales y humanistas teóricos los comprendamos, también pude encontrar en netflix una serie llamada Orphan Black, una serie canadiense de 2013 que aborda el tema de la clonación, de la inmortalidad, de la evolución de la humanidad mediante diseño genético.

La protagonista, las protagonistas, son perseguidas por los dueños del laboratorio que dieron vida a los clones, no solo mujeres, también hombres, quienes poco a poco se mueren por carecer de la cura para el padecimiento genético que comparten.

Suponiendo que la ficción se haga realidad, los problemas axiológicos a los que nos enfrentamos son varios y complejos pues aluden a un paradigma aún no reconocible en el derecho, la política, la ética contemporánea; es decir, cuando las protagonistas de la serie enumeran sus preocupaciones filosóficas derivadas de la precarización de su vida, nos proponen los ejes en los que podemos abordar la ontología sintética: poder decidir sobre nuestros cuerpos, decidir quiénes somos y a quién amamos, luchar por la familia que elegimos, por nuestra libertad, por un nuevo futuro, y concluyen diciendo: juntas somos una.

La apuesta epistemológica de la ontológica sintética nos obliga necesariamente a deconstruir la heteronormatividad, el parentesco, la ciudanía de sangre, y a plantear la legislación ad hoc a las necesidades actuales. En el hipotético caso que se pueda realizar la clonación de humanos o la copia sintética de células, piensen en óvulos sintéticos, ¿quién tendrá los derechos de la patente y el control de los organismos? Los laboratorios que los producen. Lo azaroso de la evolución, un factor determinante en la teoría darwinista será controlado y se dará paso a lo colateral y lo contingente. De ahí que las tres etapas a las que me he referido no se excluyen ni se superan, se complementan, se yuxtaponen.

No pueden quitarme mi humanidad

¿Humanismo, posthumanismo, transhumanismo, de qué estamos hablando? De todo y de nada, es la mera nomenclatura del antropoegocentrismo que pone en el centro de la discusión el ego de los seres humanos por encima de sus sociedades. “Juntas somos una” dicen las protagonistas de Orphan Black, una cosmovisión ancestral de muchos pueblos que nos hemos negado a atender para trascender como humanidad porque el peso de la individuación nos ha oprimido en nuestra práctica de pensamiento crítico y en nuestra práctica social desde hace un par de siglos, por lo menos.

Podemos revertirlo, evidentemente sí, primero haciéndonos conscientes, segundo con voluntad. Con el antropoegocentrismo creemos que podemos poner en práctica los tres atributos de lo divino que menciona Paul Virilio en el libro titulado El cibermundo, la política de lo peor: “la ubicuidad, la instantaneidad y la inmediatez; la visión total y el poder total” (p. 19). Y para ello hemos recurrido a lo más sutil de los mecanismos de control con un alto costo social que se traduce en pérdida de identidad, de libertad, de seguridad y de expectativas de calidad de vida. Pero como dice Heidegger, y también Virilio, citando a Hölderlin: “Allí donde está el peligro, allí crece también lo que salva” (p.31).

¿Qué nos puede salvar? Para Heidegger el lenguaje, el arte, recuperar la noción de techné. Para Virilio, la corporeidad.

Hay tres cuerpos que están indiscutiblemente ligados: el cuerpo territorial, es decir el del planeta y la ecología, el cuerpo social, y finalmente el cuerpo animal o humano. De ello se deriva la necesidad de recolocarse con relación al otro —la cuestión del prójimo y de la alteridad—, pero también con relación a la Tierra, es decir, al mundo propio. No hay cuerpo propio sin mundo propio, sin situación. […] Ser es estar presente aquí y ahora. (Virilio, p. 46)

O lo que es lo mismo a la inmanencia spinoziana. Para comprender mejor esta noción recomiendo ver el final de la película llamada Lucy. La protagonista logra emplear al cien por ciento la capacidad de su mente gracias al consumo de cierta sustancia, lo que le permite sentir el materialismo histórico al tiempo de poder estar presente en todos lados. “La vida nos fue dada hace millones de años, ahora sabes lo que se puede hacer con ella”, dice Lucy.

Virilio por su parte nos invita a pensar en la sensación de estrechez (p. 50), sensación que nos impide pensar más allá de nosotros y que potencializa el antropoegocentrismo en la época de la tecnocracia.

Roxana Rodríguez Ortiz

Chihuahua, 2017.

_______________________

[1] Conferencia magistral presentada en la XXXIX Semana del Humanismo, Universidad Autónoma de Chihuahua, 10 noviembre 2017.

[2] ἐπιστήμη ἡ (sust.) Nivel básico ‘conocimiento’, ‘ciencia’, experiencia, formas de pensamiento

τέχνη ἡ (sust.) Nivel básico ‘arte’, ‘oficio’, habilidad, destreza

ποιέω, ποιῶ (verbo)Nivel básico ‘hacer’

ποιητής ὁ (sust.) Nivel básico ‘creador’, ‘autor’, poeta

ἀλήθεια ἡ (sust.) Nivel básico ‘verdad’, ‘realidad’

εἶδος τό (sust.) Nivel básico ‘aspecto’, ‘forma’, ‘figura’

τύχη ἡ (sust.) Nivel básico ‘azar’, ‘fortuna’

http://www.dicciogriego.es/lemas

[3] Alicia Olabuenaga, “De la técnica a la techné”, disponible en http://serbal.pntic.mec.es/~cmunoz11/techne.html, fecha de consulta: 4 de noviembre 2017.

[4] Para más información véase el libro Cartografía de las fronteras. Diario de campo, versión digital disponible en: https://www.amazon.es/Cartograf%C3%ADa-las-fronteras-Diario-campo-ebook/dp/B01N8XPG9N/ref=sr_1_1?ie=UTF8&qid=1510243165&sr=8-1&keywords=roxana+rodriguez+ortiz


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6 responses to “Filosofía de la Tecnología: Antropoegocentrismo como práctica del pensamiento crítico”

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